Querid@s hij@s y abuelos : estamos aquí para querernos y quereros.
Es nuestra principal obligación: querer.
Y no seríamos honrados si no empezáramos con los más cercanos: padres, hijos, marido y demás familia. Es chocante y muy frecuente cómo muchas veces se nos llena la boca de amor y luego estamos reñidos o distanciados de nuestros familiares más cercanos.
Y es que somos tan limitados que a menudo es lo que más nos cuesta. No digamos cuando entran en conflicto problemas económicos o celos diversos. De las cosas más tristes para unos padres es ver que sus hijos no se hablan o no se quieren entre ellos.
Y nadie es más cercano que nuestros padres. Han hecho todo por nosotros, nos han cuidado, alimentado, su vida ha sido nuestra vida, sus ilusiones y alegrías las nuestras y también nuestros sufrimientos, sus tristezas. Unos buenos padres, y creo que la mayoría lo son, nos han puesto en el centro de sus prioridades e intenciones durante muchos años.
Pero pasa el tiempo y la cosa se complica. Me contaba abuela, que el nuevo sacerdote de nuestro pueblo pidió una lista de las personas mayores para ir a visitarlos y atenderlos y ¡oh sorpresa! No salieron más de media docena. El resto están todos en residencias.
No se trata de pronunciarse en si las residencias están bien o mal, porque las cosas no son blancas o negras, o mejor dicho, pienso que ni siempre ni nunca.
Pero sí que podemos pensar en cómo cuidamos a nuestros mayores, cómo es nuestro cariño y cómo lo manifestamos, cuánto tiempo les dedicamos.
Se hacen (nos hacemos) mayores y los hijos forman sus familias en las que se vuelcan con cuerpo y alma, como debe ser. Pero esto no está reñido con el amor a los padres y con la obligación de atenderles y cuidarles en la vejez.
Hay veces que son las mismas personas mayores las que optan por ir a una residencia y, si así lo quieren, perfecto. Pero no está de más profundizar un poco, porque a veces los mayores sienten que no les quieren en casa y quieren irse por ese motivo.
Este verano pregunté a un señor mayor que estaba en una residencia que por qué se había ido allí a vivir y me contestó tan normal ”Porque les estorbo en casa”. A veces son tan buenos que para no suponer un esfuerzo a los hijos – a los que no ven muy dispuestos a acogerles- dicen que prefieren irse.
En las residencias que yo conozco hay gente que está contenta y otros que no quieren estar pero sus hijos han decidido por ellos. Incluso hay varios, me contó una persona que hace allí voluntariado, que les llevaron engañados. “Mis hijos necesitaban la casa y yo sobraba”, me dijo en una ocasión una señora. “Sólo les pido que al menos me lleven para ver cómo han reformado mi casa” decía la pobre. Pero no la llevaron.
Qué triste los que, con pleno conocimiento, están en una residencia sin quererlo.
Se nos está olvidando que cuidar a los mayores es un deber de los hijos. Hasta Dios nos puso esa obligación en el 4º Mandamiento porque sabía que nos iba a costar. Claro que es más cómodo vivir sin ellos en casa, que tenemos mucho trabajo, que los pisos son pequeños, que pueden tener un carácter muy difícil, que es gruñón, que exige muchos cuidados… Pero son nuestros padres y ¿quién ha dicho que hacer las cosas bien fuera fácil?
Estamos en una civilización muy enferma cuando decimos que no podemos acoger a nuestro padre o madre porque en casa no nos cabe. Aunque sea verdad que el piso sea enano ¡es tan desproporcionado el argumento ! ¿Nos parecería normal si nace un hijo por sorpresa y como no nos cabe, le llevamos al orfanato? Creo que dormiríamos nosotros en el salón o donde fuera.
Muchas veces escucho a amigos y conocidos que dicen “ Yo me iré a una residencia porque no quiero dar trabajo a mis hijos” y algo me chirría. Pienso que con esa actitud les estamos quitando una oportunidad de crecer, les estamos privando de hacer algo que es bueno aunque no cómodo . Por supuesto que es costoso pero también es una oportunidad que, si la asumen, les va a hacer mejores personas y mejores cristianos.
Es como decirles que no confiamos en su generosidad y amor. Con estos comentarios seguimos super protegiendo a nuestros hijos adultos. Si ellos no nos quieren cuidar, allá su conciencia, pero no se lo facilitemos.
Además es un ejemplo enorme para los niños ver que en su casa se cuida y se ayuda a cuidar a un abuelo.
Es verdad que la vida que llevamos no ayuda nada a cuidar a nuestros mayores (trabajo, espacio, vida social,…), pero también lo es que no todo vale.
Tenemos la obligación moral (y espero que también por cariño) de cuidar a nuestros mayores y ofrecerles siempre la opción de que estén con nosotros. Otra cosa será que ellos prefieran estar en su casa con una cuidadora, o en su casa y venir solo a dormir a la nuestra, o que veamos que realmente prefieren una residencia. Pero que sepan que en nuestra casa siempre pueden estar, siempre va a ser su casa.
Puede ser que les acojamos en casa y la situación se vaya complicando y se convierta en una situación insostenible, o que nuestro padre/ madre pierde el conocimiento, o que no podamos más ante un excesivo trabajo.
Pues muy bien, se ha intentado y el que hace lo que puede no está obligado a más.
Es el momento, si la opción elegida es una residencia, de ir a verle cuanto más mejor, de sacarle a comer, o en vacaciones. En fin, demostrarle nuestro cariño y que no piense que estorba en casa. Debe ser muy triste, después de toda una vida de darlo todo por tus hijos, ver que están deseando deshacerse de ti en cuanto dejas de ser productivo.
Todos os acordáis, porque no erais tan pequeños, de cuando abuela nos dijo que se quería ir a una residencia. Estaba viuda desde hacía algún año y se le caía la casa encima por las noches. Vosotros ibais casi todas las tardes desde el club a verla y ahí os recogía papá. Así estaba acompañada.
Le dijimos que os podríais quedar uno a dormir con ella, pero le agobiaba esa responsabilidad. También le ofrecimos buscar una señora que le acompañara, pero no quería ni oír hablar de ello. Le dijimos que se viniera a casa y dijo que qué iba a hacer todo el día en una urbanización y nosotros trabajando. Papá habló conmigo y me dijo que le iba a proponer vivir con nosotros en la ciudad. Alquilaríamos un piso en Lleida durante el tiempo que viviera entre nosotros. Yo casi me muero, pero le dije que ok. Era su madre, nuestra madre y vuestra abuela y podíamos hacer el cambio por ella. Me costaba la decisión pero también sentí orgullo por papá, que era capaz de tomar una decisión así por su madre. Ella al final dijo que tampoco quería, porque no se veía en nuestra casa con tanto jaleo y tanto niño (reconozco que yo respiré fuerte y profundo. Nos acabábamos de mudar a la casa nueva y estaba con toda la ilusión del momento.)
En fin, que se fue a la residencia que ella había buscado y que según ella reunía los requisitos debidos. Estaba en el centro de la ciudad, era de monjas, era solo de mujeres y había Misa todos los días. Como dijo alguno de vosotros, era como un colegio mayor para señoras mayores.
Allí se trasladó y creo que fue feliz mientras estuvo allí. Reconozco que marqué tres días a la semana en mi agenda para ir a verla. Era muy difícil, al menos para mí, dejarlo al devenir de cada día. Y papá iba todas las tardes a verla, poco rato decía ella, pero iba a diario.
Tengo amigas que han cuidado y cuidan a sus padres en casa y me parecen dignas de admirar (@queridoshijos:son mis héroes). Otras que los tienen en residencia porque han agotado todas las posibilidades y los padres lo quieren así o lo aceptan. La mayoría les van a ver con mucha frecuencia y les cuidan con cariño. También conozco gente que tiene a sus padres en una residencia y van a verles una vez al mes y de mala gana.
Es cuestión de amor a ellos y cuando éste flojea, es cuestión de amor a Dios.
El asunto no es fácil, pero el fondo creo que se entiende: cuidar a los mayores cuesta y siempre ha costado, pero lo triste es que nunca se había dudado de que era una de las obligaciones principales del ser humano y de los hijos especialmente, y ahora sí.
Un besazo a todos.
mamá
Publicado en Queridos hij@s