Con la catequesis de hoy terminaremos la primera de las dos partes del Padrenuestro. En ellas hemos descubierto que Dios es nuestro Padre y que los demás son nuestros hermanos. Hoy analizamos qué implica decir «que estás en el Cielo» y, a partir de la semana que viene, cada una de las siete peticiones que en la oración se hacen.
Así, según Santo Tomás de Aquino, al decir que estás en el Cielo reconocemos no solo la grandeza y poder de Dios sino también que es excelso, eterno y todopoderoso. Por ello, Dios no es un mero personaje más de la historia de la humanidad sino que Él es el principio y fin de todo cuanto nos rodea. Cierra los ojos un instante y piensa en lo más bello que puedas: un atardecer increíble, el firmamento con todo su esplendor, un paisaje bellísimo, las profundidades del océano o las vistas desde un 3000… la complejidad del más minúsculo virus o la grandeza del ser humano. Todo, absolutamente todo ha salido de sus manos y Él, a su vez, está por encima de todo -en el Cielo- y tiene potestad sobre todo.
Por ello, reconociendo este poder infinito entendemos y confiamos en que pueda realizar todo lo que a continuación comenzamos a pedirle: venga a nosotros Tu reino, hágase Tu voluntad… etc. Podemos decir que con estas palabras de la oración nos estamos preparando para, reconociendo esta superioridad y sintiéndonos nada, ponernos en humilde situación de pedir.
Una actitud de petición a la que Jesús también nos invitó con esta confianza: pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre que está en el Cielo dará cosas buenas a los que le piden? (Mateo 7:11).
Así que, ya para acabar hoy, te propongo que pienses en esta suerte que tenemos de ser hijos del que todo lo puede y, como propósito para esta semana… ¿qué te parece si cada vez que veas tu medalla o crucifijo le pides a Dios, lleno de confianza, por ese asunto que tanto te cuesta o necesitas?