Hoy comenzamos una catequesis sobre el Padrenuestro que nos llevará 9 martes. En ellas iremos desgranando poco a poco la oración de las oraciones, la oración que el mismo Jesús nos dejó cuando uno de sus discípulos le pidió que les enseñara a orar (Lc 11,1-4).
Queremos hacerlo así porque quizá estemos tan acostumbrados a rezarla que ni sabemos lo que decimos, y esto es una pena porque como iréis comprobando su riqueza es tan grande que, como decía santo Tomás de Aquino e iremos descubriendo: no hay oración que podamos hacer que no esté ya contenida en el Padrenuestro.
«Mirad qué amor tan grande nos ha mostrado el Padre: que nos llamemos hijos de Dios, ¡y los somos!» (1Jn 3,1).
Podemos comenzar así y reflexionar sobre cómo el Creador del universo, la persona todopoderosa que nos ha dado la vida y de la que siempre se cumple Su Voluntad no ha querido que mantengamos con Él una relación de sumisión sino de paternidad. Es cierto que para nosotros no deja de ser el mayor de los atrevimientos llamarlo Padre, pero también lo es la certeza de que así le gusta que lo hagamos y le tratemos, porque somos sus hijos.
Jesús a lo largo de su vida llamó a Dios Padre y para muchos eso fue motivo de escándalo. Hoy en día sigue siéndolo para aquellos que piensan que debe salvaguardarse Su grandeza convirtiéndolo en un ser lejano, controlador, serio y aguafiestas. Pero, porque Jesús nos lo ha enseñado, para nosotros Dios es nuestro PADRE, y como tal nos cuida, nos guía, nos perdona y nos corrige. ¿O es que no es labor de los padres demostrar su amor y bondad también corrigiendo? Ahora yo me pregunto y os pregunto ¿Nos hemos acostumbrado a todo esto o tal vez ni siquiera hemos sido conscientes aún de ello?
Que nunca nos acostumbremos a llamar a nuestro Dios Padre, que no nos acostumbremos a tratarlo y a verlo como tal porque justamente esto es lo que da verdadero sentido a nuestra vida, a toda nuestra fe y al resto de la oración. Citando a Goethe: «acostumbrarse también es otra forma de morir».
Te dejo todo esto para que lo reflexiones porque por evidente que parezca yo he empezado a ser consciente de ello hace apenas dos semanas. ¡Cuántas veces he llamado a Dios «Padre» sin saber la maravilla que ello suponía! Desde entonces, no me acuesto ningún día sin preguntarme en qué cosas he descubierto Su amor y caricias a lo largo del día… y porque le estoy muy agradecido, así también se lo hago saber. ¿Qué os parece sacar como propósito de este primer post el buscar también un detalle para con Él cada día?