Estos días estoy leyendo una biografía de la Madre Luz Rodríguez Casanova, mujer emprendedora y grande de España, hija de la Marquesa de Onteiro. Luz, como otros santos, tuvo un momento en que se la jugó por Dios. Puso, al servicio de la evangelización, su patrimonio familiar. Circunstancias parecidas pasan con San Josemaria Escriva, buen amigo de la fundadora de las Madres apostolicas. Un día, Josemaria se levanta por la noche y le dice al Señor: mi honra ¡para que la quiero!
Los santos han arriesgado por Dios: su dinero, su honra, su tiempo o su familia. Tú, ¿Qué arriesgas?
Puede ocurrirte que te hayas acomodado en tu vida de trato con Dios y es por eso que, como dice la gente, no avanzas porque te has dormido. Es el momento de tomar la iniciativa, de querer sorprender a Dios, de hacer alguna locura por el Señor que despierte tu alma.
Los santos no se aburren porque, al tomar riesgos, tienen que estar siempre alerta. Es momento de arriesgar sin mirar para atrás, sin pensar en lo que dejas o vas a ganar. Es el momento de apostar decididamente por Dios para que Él sea el motor que te mueva a cambiar a los demás y al mundo entero.