Para aconfesional ya está el Estado, amigo. Pero ¿tú?, ¿tú, que crees en Dios y sabes de las bondades que la fe te aporta, tú que rezas a diario y pretendes tener a Dios presente en todo momento, tú que sabes lo necesitado que está el mundo del amor de Dios que tú y yo experimentamos, te has molestado en pensar lo absurdo que es dejar de ser católico al entrar en la Universidad o en el Parlamento, como quien deja el sombrero en la puerta?
No, tú no puedes ser aconfesional. Tú debes ser todo lo contrario. Debes mostrar tu fe abiertamente en todos los campos de tu vida. Porque en la Universidad prima un ambiente laico, ¿y qué? Porque en el trabajo predomina también el laicismo, ¿y qué? Porque cuando estoy de fiesta, haciendo deporte, o estudiando con amigos, Dios no viene a cuento… ¿cómo?
Claro que viene a cuento. En todos los momentos que vives en el día a día, en cada minuto de tu vida, hagas lo que hagas, Dios te acompaña, y espera impaciente poder ser transmitido a través de tu persona, precisamente allá donde es menos conocido o donde es más ofendido.
Por eso no debemos dudar en mostrar abiertamente que somos cristianos, en usar nuestros argumentos que fundamentan la fe que vivimos, en no avergonzarnos de los símbolos religiosos que portamos (y no solo a modo de postureo en los ambientes donde sí es común llevarlos, y quizás no con el sentido que realmente tienen).
Para ello es fundamental también, que extendamos nuestro amor a Cristo más allá de la Misa dominical. Necesitamos buena formación y constante oración para tener la fuerza que nos exige estar a diario expuestos a una sociedad en la que ser Cristiano no es lo común y no darnos por vencidos ante la debilidad.
De esta manera haremos de nuestra vida continua oración y Dios estará más cerca de nosotros y de los que nos rodean. ¡Seamos cristianos valientes, que el mundo está muy necesitado de la fe católica!