El uso de las redes sociales es cada vez más frecuente entre los jóvenes, un aspecto positivo siempre y cuando facilite una comunicación verdaderamente humana. Las redes sociales han de convertirse en un auténtico lugar de encuentro entre personas. El Papa Francisco afirma que «no basta pasar por las calles digitales, es decir simplemente estar conectados: es necesario que la conexión vaya acompañada de un verdadero encuentro. No podemos vivir solos, encerrados en nosotros mismos. Necesitamos amar y ser amados. Necesitamos ternura».
Gracias a las nuevas tecnologías la frecuencia de la comunicación aumenta. Es posible conversar a través de WhatsApp con alguien que vive a miles de kilómetros e incluso compartir imágenes y vídeos a través de Snapchat o Skype. Los cristianos tenemos que procurar que estos hechos sean un medio para establecer relaciones auténticas.
La virtud de la sinceridad es imprescindible en las relaciones sociales. Es lógico que en el mundo digital nos presentemos igual que somos. El perfil que se crea en las redes sociales tiene que reflejar nuestro modo de ser en el mundo real. Las redes sociales son un instrumento perfecto para difundir el Evangelio y para mostrar los valores de un cristiano. Por ejemplo, la caridad lleva a interesarse por las personas y ayudarles a cada una, dentro y fuera de la red.
La prudencia empujará a conocer bien el alcance que tiene nuestro perfil en las redes y tenemos que ser conscientes de que todo lo publicado deja rastro en el entorno digital. Las redes favorecen el diálogo y en ocasiones lo enriquecen. En el Mensaje para la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales de 2013 el Papa Benedicto XVI dijo que «el desarrollo de las redes sociales requiere un compromiso: las personas se sienten implicadas cuando han de construir relaciones y encontrar amistades, cuando buscan respuestas a sus preguntas, o se divierten, pero también cuando se sienten estimuladas intelectualmente y comparten competencias y conocimientos”.
También se pueden entender las redes sociales como un nuevo canal para expresar la amistad. De este modo, se contribuye a aquello que san Josemaría llamaba el «apostolado de amistad y de confidencia« donde «a través del trato personal, de una amistad leal y auténtica, se despierta en los demás el hambre de Dios y se les ayuda a descubrir horizontes nuevos«. Es muy habitual, por ejemplo a través de Facebook, recuperar el trato con un antiguo compañero o mantener la relación con un amigo que vive en el extranjero. Aunque está claro que las relaciones personales se forjan principalmente en el mundo real y que el apostolado cristiano cuenta especialmente con el contacto directo.
En definitiva, el deseo de transmitir el tesoro de la fe nos impulsa a los cristianos a salir al encuentro de los demás, en un auténtico trato apostólico, que sabe servirse de todos los medios que tiene a su alcance, también las redes sociales.