Hoy, Miércoles de Ceniza, comienza uno de los tiempos fuertes del año litúrgico. Es un tiempo de preparación; preparación para celebrar la alegría de la victoria de la Vida sobre la muerte, del bien sobre el mal -el pecado-.
En este tiempo, es Cristo -como palpamos en el Sacramento del perdón- el que acude en nuestro rescate, quien limpia nuestras miserias, quien perdona nuestras infamias. Es un tiempo propicio para preguntarse cómo vivimos la penitencia, sacramento de perdón y expiación. ¿Procuras cuidar los 5 pasos para hacer una buena confesión? Examen de conciencia, dolor de los pecados, decir los pecados al confesor, propósito de la enmienda y cumplir la penitencia.
Tal vez puede ser un buen propósito para cada uno de nosotros, durante esta Cuaresma, cuidar especialmente nuestras confesiones. No solo en la puntualidad sino también en su calidad.
La Cuaresma son días para asumir nuestra condición de pecadores y de demostrar nuestro arrepentimiento. Para ello, también se nos invita a cuidar de modo especial la mortificación, tanto colectiva: ayuno, abstinencia, limosna…, como las que cada uno nos marquemos personalmente. Hace unos días, por ejemplo, me contaban que un chaval se había propuesto ducharse con agua fría todos los días de cuaresma para pedir por sus pecados, porque deseaba purificarse: Si Jesús ha hecho tanto por mí ¿qué no voy a hacer yo por Él?
Con todo ello, estaremos en disposición de alcanzar otro de los fines de este tiempo: la conversión. Tenemos que tener ese deseo de convertirnos, cada día, cada minuto, cada segundo, como se nos dice al imponernos la ceniza: Convierte y cree en el evangelio. Vamos a la Cuaresma a convertirnos, a purificarnos, a estar limpios para poder contemplar, con mayor delicadeza, los misterios pascuales.
Así, si los demás son conscientes de nuestras debilidades, ¿por qué no van a ser testigos de nuestras luchas, de nuestras victorias, de nuestro cambio, de nuestro arrepentimiento? Esto no tiene que verse como hiciera el publicano yendo al templo a mostrar su grandeza, sino con la humildad de sentirnos nada y anhelar ser mejores.
Las próximas semanas son tiempo, por tanto, de purificación. De ver lo que tenemos en el corazón y purificarlo. Puede ser un buen propósito para esta cuaresma el cumplir la voluntad de Dios en todo y para todo: el no hacer lo que uno quiera sino lo que quiera Dios.