Eran las 21:03h de ayer cuando empezaba esta entrada, mientras salíamos de la Misa convocada por el obispo de Pamplona como sufragio por la barbaridad que Abel ha cometido (y hasta aquí las 4 letras que pienso gastar en él y en su blasfemia).
Los cristianos, da igual si eres más o menos practicante, creemos firmemente que en el trozo de Pan Eucarístico está Jesús, en cuerpo y alma. La hostia no es una simulación, una representación… no, la hostia es realmente el Cuerpo de Cristo.
Con la exposición de formas consagradas perpetrada en Pamplona, a los cristianos nos han tocado lo más grande que tenemos. Nos han tocado al Cuerpo de Cristo que en su más pura humildad quiso quedarse en un trozo de pan hace casi dos milenios. Es cierto que Cristo ya contaba con que estas cosas podían pasar, igual que contaba con todos los sufrimientos cuando se entregó a su Pasión libremente. ¿Es por ello menos Dios? Creo que la pregunta es otra: ¿realmente tanto nos ama como para hacer esto?
Por tanto, de lo que ahora se trata es de ponernos manos a la obra para ahogar el mal que se ha cometido con la abundancia de bien. Jamás arreglaremos el mal con más mal, tengamos esto claro.
Se comenta que en la catedral estábamos unas 7000 personas. Yo puedo afirmar que no cabía un alfiler. Antes de ayer también se rezó el rosario a las puertas de la exposición. Hoy hay otro acto programado… y con todas estas iniciativas multitudinarias, con toda la difusión que en las redes sociales se le está dando, es mucho el bien que de esta profanación ya se está sacando. PERO… (porque siempre tiene que haber un pero) es el momento de que pares y pienses:
¿Tú que has hecho realmente para desagraviar por tu cuenta, estés donde estés?
Contéstate y sé sincero. Es probable que hayas continuado las cadenas de whatsapp, compartido noticias en Facebook y Twitter y que hayas firmado para que se cierre la sala. Seguro que por tu cuenta has ofrecido alguna Misa, mortificación o rezado el rosario y, si eres de Pamplona, habrás asistido a alguno de estos actos.
No se trata ni mucho menos de establecer categorías de quien ha hecho más que otro. De lo único que se trata es de que evalúes el amor que tienes a Dios, y a la Eucaristía, sopeses lo que esto te ha afectado y fruto de ello, de como has actuado en consecuencia.
Es un gran bien, posiblemente el más esperado por el Señor en este caso, que tú (y yo) nos situemos y saquemos un nuevo propósito de mejora. Averigua donde estás, dónde te gustaría estar… y ponte a construir para llegar a ello. ¿Quieres que este sinsentido cobre sentido? Pues averigua lo que Dios quiere decirte con él. A lo mejor basta con que Le digas sinceramente: Señor, jamás quiero ser yo el que te vuelva a ofender.