Imagínate que unos amigos tuyos te invitan al Auditorio Nacional al Concierto de la Filarmónica de Filadelfia que va a interpretar la Sinfonía número 40 de Mozart.
Supongo que cuando te llega la invitación, además de la emoción, te preparas para el acontecimiento hablando con todas tus amigas y escuchando en tu ordenador la pieza de Mozart. Días antes llamas a una amiga para ver como tienes que ir vestida, y cuando llega el día sólo hablas del conciertazo al que vas a asistir.
Horas antes repasas las entradas, el vestido que vas a ponerte y te maquillas con esmero. Días antes has estudiado el itinerario para poder llegar con tiempo porque tus amigos te han dicho que hay que estar media hora antes y no quieres llegar tarde.
Pero es que ese día a tí nadie te va a gana en puntualidad. No sólo con 30 minutos sino que desde hace 1 hora ya esperas para poder entrar y nada más verte tus amigos y amigas alaban lo guapa que te has puesto para el gran acontecimiento.
¿Sabes porque te has comportado de ese modo?, porque estabas emocionada.
Ese es el problema, llegas tarde a Misa porque no tienes ninguna ilusión por asistir a la Celebración Eucarística. Vas más por cumplir que por amar. Vas más porque te lo han dicho que por comerte a Jesús y por eso te da igual llegar puntual que llegar tarde.
Lo que tienes que hacer para llegar puntual a Misa es descubrir el valor de la Misa y para poder descubrirlo te tienes que preparar, no por fuera, sino por dentro.
¿Cómo puedes hacerlo?, por ahora sólo recita comuniones espirituales. La semana que viene te daré la pista definitiva.