Es la manera de reengancharnos a Dios por medio de la confesión ¿Y que es tener el propósito de la enmienda? Es, sencillamente, querer poner remedio y solución a algo que hacemos mal. Esto, que suena tan fácil, en la mayoría de las ocasiones se obvia, o no es sincero y eso es algo que debemos corregir pronto.
No puede ser que nuestro propósito para mejorar sea débil y desmotivado, pues si es así estas diciendo que te ves poco capaz de cambiar y lo que es más grave, ¿Ves poco capaz a Dios de que cambie tu corazón para mejorarte? Él todo lo puede.
En la confesión, no solo basta el pedir perdón, sino también buscar y desear desde lo más profundo de nuestro corazón no querer repetir el mismo error. Cuando quieres a alguien, y le has ofendido, no solo le dices simplemente “perdóname”, sino que también haces algún gesto o acción, que sea muestra de tu arrepentimiento, una sonrisa de más, un gesto cariñoso… pues lo mismo debemos hacer cuando es a Dios a quien ofendemos, un Dios que nos ama con locura.
¡Y que importante es tener el ánimo de cambiar!, de despegarnos de la mediocridad en la que nos envuelve el pecado y la sociedad, del conformismo, de la vanidad de creernos muy buenos. Si no lo hacemos, cuando caemos, nos invade la pereza, vergüenza y duda de confesarnos y perdemos la oportunidad de reengancharnos y de tener un encuentro personal con Dios.
Por otro lado, este arrepentimiento junto con el propósito de la enmienda debe ir unido al dolor de los pecados, pero… ¿qué significa esto último? Ser conscientes del dolor que le produce a Dios que le ofendas y el dolor que se te queda en ti por haberlo hecho. Para tener dolor de los pecados, cosa muy sana y estupenda, es fundamental primero ser consciente de qué pecados has cometido, y para ello contamos con el examen de conciencia. Busca un momento en el día para repasar lo que has hecho durante el mismo y haz balanza sobre lo que has hecho bien y mal, sobre lo que podrías haber hecho mejor, y también sobre los grandes momentos que Dios te ha regalado escondido en las pequeñas cosas cotidianas de tu día a día.
Es muy recomendable hacer un examen de conciencia cada día, y anotar en una libreta, en las notas de tu móvil o donde quieras, las cosas en las que día a día tropiezas, y así cuando llegue el momento de pedir perdón, no solo te confieses de las faltas cometidas durante los dos últimos días y de algún pecadillo más por eso de rellenar… sino de todo, para así ser tipos grandes, porque el que mucho amó, mucho se le perdonó.
De esta manera, llegaremos a un encuentro que Dios mucho más completo y real, y creceremos poco a poco (o mucho a mucho), con la ayuda de la Virgen que siempre nos quiere mejores.