Todos los miembros de la familia Ulma fueron asesinados, durante la segunda guerra mundial por ocultar a familias judías en sus posesiones. El mayor de los hijos tenía ocho años y el menor año y medio. La madre esperaba un hijo que ya tenía siete meses.
El acto heroico de esta familia polaca fue reconocido por la Iglesia católica como un martirio de la fe. En este caso una manifestación de la fe cristiana es la defensa por amor de la vida del prójimo. Así fue la causa de Maximiliano Kolbe.
Las beatificaciones y canonizaciones que tienen lugar con esta fórmula ampliada, es decir, dar la vida por otro hombre, como consecuencia de la fe cristiana vivida es un acto de testimonio de fe, es ser mártir, como estableció S. Juan Pablo II.
La familia Ulma trató su matrimonio como una comunidad de personas que confían, aman y luchan por la santidad mediante el fiel desempeño de sus deberes diarios. En sus vidas se realizó la esencia del sacramento del matrimonio, en el que Cristo mismo permanece con ellos, les da la fuerza de seguirle tomando su cruz.
Como afirmó el Papa Francisco, la familia de Józef y Wiktoria Ulma debe ser “un ejemplo de fidelidad a Dios y a sus mandamientos, amor al prójimo y respeto a la dignidad humana”.
El 24 de marzo de 1944, los nazis alemanes irrumpieron en su casa, dispararon cruelmente a los judíos que escondían y luego Józef y Wiktoria fueron asesinados delante de los niños. La tragedia fue el asesinato de niños.
Vale la pena señalar que las Ulmas son un ejemplo de santidad en la vida cotidiana, santidad que la historia ha puesto a prueba.
Fuente: Omnes