¿Cuántas veces hemos estrenado unos pantalones blancos, y hemos tenido cuidado de no sentarnos en el césped, en un banco sucio o en el suelo? Si llevamos puestos unos pantalones blancos o una falda blanca, tenemos cuidado de no mancharlos ya que la mas mínima mancha en una tela blanca destacamás que en cualquier otro color, y no queremos ir hechos un cuadro, por eso tenemos cuidado.
El alma es nuestro traje blanco,un traje que todos deberíamos cuidar más que a una simple prenda de ropa, un traje cuyo valor es mucho más grande que cualquier marca de alta costura, un traje que tiene vida (y esa vida ¡es eterna!). Muchas han sido las veces que el blanco del traje ha pasado de blanco puro a beige y de beige a gris, llegando a rozar en varias ocasiones el color más oscuro de todos. En este caso lo importante no es ya ir manchado, sino la decisión lavarlo o no. Lavarlo en el momento o dejarlo para mañana, la semana que viene, el mes que viene o de aquí a tres años.
Pero, ¿porque dejarlo para más tarde? ¿Por qué no te acercas ahora? No dejemos que esa mancha permanezca demasiado tiempo y nos olvidemos del color blanco que tenía en un principio…
Hablan de vergüenza, de cómo voy a ir a un sacerdote a que me limpie algo tan íntimo como es mi alma, pero más vergonzoso es ir a una gran fiesta manchada de barro de arriba abajo, ese barro oscuro y pegajoso que se adhiere hasta la piel.
No podemos tener respetos humanos por algo que es bueno y nos va a hacer bien, al contrario deberíamos pelearnos por ello, ¡como hacen en las rebajas!
Y no estamos hablando de un detergente cualquiera, hablamos de Dios. Dios borra esa mancha más que cualquier detergente, y no se cansa de limpiar, somos nosotros los que nos cansamos de acudir a él, somos nosotros los que nos acostumbramos a no ver el blanco de nuestra alma, en definitiva y con ayuda de la pereza, somos nosotros los que decidimos finalmente ir sucios por la calle.
Así que… ¡Levántate del césped!, ¡de la acerca manchada o del banco recién pintado! Sí, estas sucio, ¿y qué?, a todos nos ha pasado. Todos hemos caído siempre en lo mismo. Todos tenemos las mismas manchas solo tenemos que levantarnos y querer acudir a ÉL, y entonces volveremos a estrenar nuestro traje, nuestro traje BLANCO.