No es una suerte de la que todos los jóvenes puedan disfrutar, y es que si hay personas en las que Dios se hace presente es en los abuelos porque esa fuerza sobrehumana con la que ayudan a vivir a sus nietos no viene de una salud física, sino de una salud interior, de un corazón enriquecido.
Resulta increíble como unas manos tan trabajadas, tan arrugadas y tan cansadas pueden dar el mayor consuelo del mundo, es la caricia que saca una sonrisa siempre. Es más que evidente el amor de los padres hacia los hijos, el amor y la dedicación de unos padres a su familia es digna de admirar; pero los abuelos están hechos de otro material, el corazón de un abuelo es infinito.
Cuántas veces habéis visto a una abuela sacando fuerzas de donde no las hay para hacer feliz a su nieto de dos años, en cuántas ocasiones la lección de vida de un abuelo ha hecho llorar a ese nieto de 18 años o las tres palabras de aliento e ilusión de un abuelo encienden en el corazón de su nieto una fuerza capaz de mover montañas.
Acaso, ¿no os parece increíble que gracias a los abuelos haya personas que lleguen a salvar vidas, a aprender a amar a una mujer o a hacer de su familia un hogar de amor? Es evidente que un abuelo es un regalo, un regalo de Dios, un ejemplo que nos da a todos, un ejemplo a seguir, tenemos la más clara materia de la que aprender, los abuelos.
Somos jóvenes, pero también somos ya maduros y tenemos la suficiente consciencia como para apreciar el esfuerzo, la paciencia y la valentía de los abuelos, tenemos que cuidarlos muchísimo, son nuestro camino… ¡aprendamos de ellos!
En definitiva, hay que pedirle a Dios no solo que nos dé fuerza para luchar por nuestros abuelos, sino también que nos dé la alegría de poder ser para nuestros nietos un ejemplo de amor.
No todos tenemos la suerte de poder compartir la juventud al lado de nuestros abuelos, pero sí quizás de compartir con los padres esta experiencia, y os puedo asegurar que enriquece el corazón de valores sobrehumanos.
Seamos inteligentes, seamos jóvenes católicos, seamos jóvenes con el corazón lleno de amor. No luchemos solo por nuestros abuelos, no luchemos solo por ser en el futuro unos buenos abuelos, luchemos también por hacer a nuestros padres unos abuelos felices, porque disfruten a nuestro lado de nuestros hijos… ¡Luchemos por la familia… es el tesoro más valioso que Dios nos da!