Una de las definiciones del diccionario sobre la palabra truco explica: “cada una de las mañas o habilidades que se adquieren en el ejercicio de un arte, oficio o profesión”.
Sin ir más lejos, en el arte de la convivencia con los demás es donde podemos apreciar de qué manera decide cada uno vivir su vida, cómo se puede llevar a cabo esa común frase de “tómatelo lo mejor posible”. Me ha pasado en varias ocasiones, ver a alguien con una sonrisa de oreja a oreja y luego enterarme que su madre lleva dos años enferma y está en fase terminal o ver disfrutar a una persona que está rodeada de problemas. Son situaciones que gracias a Dios, me chocan y me hacen pensar.
En este mundo el sufrimiento es una realidad y además cercana, pero hay muchísimas maneras de vivir el sufrimiento. Ahora somos jóvenes y estamos en momento decisivo de nuestra vida para elegir cómo o de qué manera queremos sobrellevar los contratiempos de la vida.
Es fácil, el truco está en la confianza, en la ilusión y en el amor, es decir, el truco está en Dios. Un católico, aunque esté pasando por un mal momento, tiene miles de sonrisas guardadas para todos aquellos que le rodean. Un joven católico está triste por haber suspendido un examen, pero a la vez se alegra por el sobresaliente de su amigo, un padre católico tiene un mal día en el trabajo, pero se convierte en la persona más alegre del mundo cuando tiene que jugar con su hijo. Ahí está el truco, en llevar a Jesús dentro para que transforme nuestra tristeza en alegría, y no solo en una alegría propia, sino también en la alegría de los demás. Sin más, Dios es el truco.
En definitiva, y si usamos el truco de levantarnos dispuestos a ser felices, con aquello que la vida nos depare y, además, a intentar hacer un poco más felices a los demás. Pensémoslo y hagámoslo: “Comienza tu día con una sonrisa y verás lo divertido que es ir por ahí desentonando con todo el mundo”.