Hay una fuerza motriz más poderosa que el vapor, la electricidad y la energía atómica: la voluntad
Albert Einstein
Comentando esta frase con unos compañeros, escuché una respuesta que creo digna de comentar: es muy fácil hablar de la voluntad y decirle a los jóvenes que se impregnen de ella para seguir adelante, pero la realidad es otra, la realidad es que vivimos en un país perezoso donde la población avanza bajo la ley del “mínimo esfuerzo”.
Sinceramente, ¿creéis que vivimos en una sociedad perezosa?; si miráis a vuestro alrededor, ¿veis a personas hastiadas o veis a personas luchadoras? Sin ir más lejos, mirad dentro de vosotros, ¿qué veis?, o mejor dicho, ¿qué sentís? Porque si sentís a Dios, entonces, en vuestros corazones no hay pereza, sino lucha; no hay hastío, sino alegría. Una persona que vive su día a día como un joven católico no va a encontrar barreras, no se va a sentir desanimado ni tampoco se va a creer sin capacidad para algo, porque Jesús hace que en nosotros crezca la voluntad, la perseverancia, la fuerza que nos mueve para que lleguemos al punto que nos propongamos.
Es cierto que hay tentaciones, es cierto que es mejor evadir responsabilidades, es cierto que es más fácil desentenderse, mirar para otro lado, vivir en la ignorancia; pero entonces… entonces no nos quejemos, no gritemos que somos jóvenes coartados porque nosotros mismos nos estamos coartando. Si queremos ser jóvenes dominados alejémonos de Dios, pero
si queremos ser jóvenes fuertes, voluntariosos, seguros y capaces, acerquémonos a él.
Los jóvenes católicos sabemos que en cada pequeña cosa que podemos hacer hay alegría, hay ayuda, hay voluntad. No es necesario llevar a cabo un gran acción para tener fuerza de voluntad, basta con dedicar una tarde a esa asignatura que tanto odias en lugar de quedarte en el sofá, basta con acompañar a tu amiga a ese sitio que está tan lejos; hay que tener fuerza de voluntad para hacer la compra, para tener paciencia, para regalar amor a la pareja, para fomentar la alegría en un hogar. Hay que levantarse de la cama llenos de alegría y con la voluntad por bandera.
El Papa nos pedía: Hagan lío. Pues para hacer ese “lío” hay que querer hacerlo, y para querer hacerlo hay que tener voluntad, tenemos que ser jóvenes llenos de vida, jóvenes que transmitan vida.