¿No sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, que habita en vosotros y que habéis recibido de Dios? (1 Cor 6, 19) Es evidente que la sociedad actual ha olvidado esas palabras, incluso algunos católicos las han olvidado.
Vivimos en un mundo en el que la pureza es difícil, no solo la pureza de cuerpo, sino también la pureza de corazón o la de intención. Estamos acostumbrados a ver imágenes, vídeos o escenas que atentan contra estos tipos de pureza. Todas ellas nos tienen que servir como puente hacia Dios, si las vivimos nos harán ver en nuestro prójimo al mismo Dios, en su cuerpo y en toda su persona. Esto nos dice el Catecismo de la Iglesia Católica acerca de este tema: El Bautismo confiere al que lo recibe la gracia de la purificación de todos los pecados. Pero el bautizado debe seguir luchando contra la concupiscencia de la carne y los apetitos desordenados. Con la gracia de Dios lo consigue.
Es esa gracia de Dios la que tiene que llevarnos a conseguir una mirada interna y externas limpias. La templanza, la moderación, la elección de una vestimenta apropiada o el evitar las imágenes que nos alejen de esa pureza nos harán personas limpias de corazón, de las que hablan las bienaventuranzas: Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios. (Mt 5, 8)
Sí, sé que esto te resultará difícil, sé que vivimos rodeados de canales de televisión, redes sociales, discotecas o propuestas que aparentemente nos pueden alejar de ser esas personas predilectas del Señor, las limpias de corazón, sé que somos humanos y convivimos con las tentaciones del demonio; pero, ¿acaso es imposible? No, con esa gracia de Dios de la que hemos hablado no hay nada imposible. Tendremos tentaciones, caeremos una y mil veces, pero no separemos nunca los ojos del fin, nuestra mirada tiene que estar puesta en ese Dios que con su Gracia nos hace conseguir todo lo que ansiemos de corazón.
¡No nos desanimemos! No podemos olvidarnos de san Agustín, uno de los Padres de la Iglesia, quien llevó una vida bastante alejada de esa pureza, hasta que puso su mirada y toda su vida al servicio de Dios, él mismo dice: «Tal es el combate que tienes que sostener: una lucha continua contra la carne, el demonio y el mundo. Pero no temas; porque aquél que nos manda pelear no es un espectador indiferente, ni tampoco te ha dicho que confíes en tus solas fuerzas (Serm. 344,1) ¡¡No estamos solos en esto!!
Y la misericordia de Dios cuando admitimos haber pecado es muchísimo más grande que nuestros pecados y tentaciones, el papa Francisco nos recuerda que “Todos somos pecadores y todos sentimos la tentación, la tentación es el pan nuestro de cada día. Si alguno de nosotros dijese: ‘Yo no tengo tentaciones’, o eres un querubín o eres un poco tonto, ¿no? Se entiende… la lucha es normal en la vida y el diablo no está tranquilo, él quiere ganar.[…] Cuando el Reino de Dios disminuye, cuando va a menos, uno de los signos es que se pierde el sentido del pecado.”