Mc 7, 24-30
Se fue de allí y se marchó hacia la región de Tiro y de Sidón. Entró en una casa y deseaba que nadie lo supiera, pero no pudo permanecer inadvertido. Es más, en cuanto oyó hablar de Él una mujer cuya hija tenía un espíritu impuro, entró y se postró a sus pies. La mujer era griega, sirofenicia de origen. Y le rogaba que expulsara de su hija al demonio. Y le dijo:
— Deja que primero se sacien los hijos, porque no está bien tomar el pan de los hijos y echárselo a los perrillos.
Ella respondió diciendo:
— Sí, Señor, pero también los perrillos, debajo de la mesa, comen de las migajas de los hijos.
Y le dijo:
— Por esto que has dicho, vete, el demonio ha salido de tu hija.
Y al regresar a su casa encontró a la niña echada en la cama y que el demonio había salido.
Me encanta descubrir, Jesús, rasgos muy humanos tuyos… la necesidad de tomarte un momento de pausa, un descanso. ¡Qué grande!
«Se fue de allí y se marchó hacia la región de Tiro y de Sidón. Entró en una casa y deseaba que nadie lo supiera, pero no pudo permanecer inadvertido.”
Me consuela bastante saber que Tú también sentiste la necesidad de “respirar” y “parar”. Aunque es cierto, que no te sirve de mucho porque te descubren. La “gente” (me incluyo entre “la gente”) siempre encuentra la manera…
Y éste es precisamente el caso de la historia de esta mujer extranjera, ajena a la tradición de Israel, de la que habla el Evangelio. En cuanto oye hablar de Ti, va por ti. Jesús, al principio parece que no quieres ayudarla (¡cuántas veces yo también he tenido esa sensación de que me cierras la puerta!)… Ella se empeña… Es como si te dijera: ¡no te vayas, nunca! Por eso insiste y acepta incluso las palabras poco amistosas que se le dirigen y no renuncia a su petición.
A veces, me veo así en mi interior cuando me preocupo por algo y te lo entrego. Quizá por mi propia incredulidad, o por mis propios pecados, quizá no tengo lo que se necesita para poder pedirte algo en serio (y no en sirio…). Soy de verdad creyente cuando mi confianza en Ti es mayor que mis miedos, dudas y mi falta de méritos como los de esta mujer:
Ella respondió diciendo:
— Sí, Señor, pero también los perrillos, debajo de la mesa, comen de las migajas de los hijos.
Y le dijo:
— Por esto que has dicho, vete, el demonio ha salido de tu hija.
Y al regresar a su casa encontró a la niña echada en la cama y que el demonio había salido.
Madre mía, Inmaculada… dadme esa confianza para tratar así a Tu Hijo.
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