En el Señor de los Anillos, tenemos una imagen preciosa donde de manera muy “a lo Tolkien”, vemos el cariño a María y a mi personalmente me inspira desde hace poco en mi cariño hacia ella.
Gimli, un enano y como tal muy reacio al trato con los elfos, se queda perdidamente enamorado de la dama elfa Galadriel (una especie de reflejo de la Virgen María) cuando la conoce. Esta, como la Virgen María le quiere hacer un regalo y le pregunta: “¿Y qué presente pediría un enano a los Elfos?” a lo que el enano le responde, “Nada… excepto contemplar a la dama de los Galadriel una última vez, pues es más hermosa que las joyas ocultas bajo la tierra”.
A lo que esta le contesta con una dulce y casi sonrojada risa. Más tarde nos enteramos de que Gimli si le pide un regalo, “un cabello de su dorada melena… Ella me dio tres”. Veo dos actitudes preciosas, una, el piropo salido del corazón donde le reconoce que ELLA es la más hermosa y otra el deseo no de grandes lujos, si no de tres simples cabellos, el regalo de la fe sencilla.
Y así defino lo que (no ahora sinceramente tengo que reconocer) quiero que sea mi cariño hacia María, reconocerla como la más hermosa y pedirle no algo “caro”, si no lo más precioso que ella puede darme, Jesús.
Y que después de verla mi última oración sea “He recibido mi más grave herida con esta partida, haberla visto por última vez. La más hermosa, en adelante jamás llamaré ha algo hermoso a no ser que sea el presente que me ha dado”. Que este piropo sea nuestra oración y que nuestra petición sea tan humilde como el regalo que nos trae nuestra Madre Santísima, Cristo vivo.
@feenlatierramedia