Quedan apenas unos días para la mágica noche de reyes y muchos de nosotros parece que hemos dado ya por terminada la Navidad. La otra mañana comentaban unos jóvenes que tras la noche de fin de año simplemente quedaban los “regalitos” para los niños y una Navidad más pasada. Me quedé pensando si en realidad los jóvenes estamos identificados con el espíritu navideño…
Es cierto que, el Día de Reyes tiene una especial afinidad con los más pequeños pero no por eso debemos perder la ilusión los mayores, al contrario, deberíamos sacar ese niño que aún nos queda en el fondo del corazón y escribir nuestra carta a los Reyes, sentarnos al calor de una chimenea y escribir:
“Queridos Reyes Magos”
Y ahora os preguntaréis, ¿qué le puedo yo pedir a los Reyes?
Olvidémonos de los regalos materiales, dejemos a un lado ese coche que tanto queremos, ese teléfono o esa chaqueta que nos encanta. Ahora es el momento de escribir con el corazón, de saber qué es realmente lo que queremos, y esto no es difícil, solo tenemos que escuchar a Jesús porque él nos va a decir qué es lo que necesitamos, lo que nos hace totalmente felices. Será entonces cuando nuestra carta empiece con un agradecimiento por todas alegrías del año anterior, siga con una reflexión sobre aquello que debemos mejorar y termine con una petición; una petición que, por supuesto, ha de ser a nivel individual. Pero, de manera general, nuestra fe nos va a llamar a pedir tres pilares fundamentales en la vida de cualquier persona: amor, fuerza e ilusión.
Dar amor y recibir amor, tratar siempre con amor, cada gesto o cada mirada darla siempre con amor, y para vivir en este amor necesitamos fuerza, fuerza para luchar, para vivir, para creer, para ayudar, para seguir, fuerza para amar, amar cargados de fuerza y con la ilusión por bandera, ilusión no solo por algo, sino ilusión por todo. Que los Reyes nos traigan amor, fuerza e ilusión para nosotros y para los demás, para así poder ver todo lo maravilloso que Dios nos da este nuevo año. Pidamos en grande y pidamos en pequeño, no hay que olvidarse de pedir alegría para esos niños que vienen en camino, sonrisas para esos abuelos, cariño para esos padres y esperanzas para todos los jóvenes. Miremos a nuestro alrededor y pidamos que en esta noche mágica la felicidad venga, venga y se quede.
No hay que dudarlo, hay que escribirles a los Magos de Oriente, hay que escribirle a Jesús porque nos está esperando.
Sinceramente, os puedo prometer que no ha habido un solo año en el que haya escrito la carta sin escuchar a mi corazón, escribiendo con fe y con cariño, y ni una vez mis deseos han caído en saco rato. Consiguiendo, con esto, que mi fe tampoco caiga en saco roto, sino que crezca, crezca en el día a día para poder tener el suficiente amor, la suficiente fuerza y la suficiente ilusión como para poder ayudar a cumplir los deseos de los demás.
No dudéis, no perdáis la ilusión, no veáis la Navidad terminada. Si aún no lo has hecho párate a escribir, escríbele a los Reyes con el corazón porque así le estarás hablando a Dios de la manera más sincera. Escribe y haz que todos los que estén a tu alrededor escriban.
¡No tiremos los deseos, luchemos por ellos!