Por Águeda Rey
De qué manera tan sutil te vas despegando del camino que lleva al Cielo y sumándote a la corriente abundante que lleva a la perdición. Bastan pequeñas desobediencias que se instalan y ya no se lucha por corregir.
Por tanto, creo que sería suficiente con obedecer siempre para no bajarse de la corriente del cielo. Pero, obedecer a Dios es obedecer a Su Iglesia, que es la designada por Él para guiarnos en este mundo.
Qué fácilmente se nos engaña con pequeñas críticas y matizaciones a lo que manda la Santa Madre Iglesia, para empujarnos a desobedecer cosillas que, si bien no nos apartan completamente del camino, nos hacen cabalgar entre los dos caminos; lo cual es posiblemente más dañino que apartarse del todo, ya que, creyendo que estás en el buen camino, sin embargo no lo estás y cada vez vas perdiendo más y más la sensibilidad a las desobediencias.
Me gusta hablar de esto porque yo he sido, antes que cualquiera, arrastrada por corrientes que se entrelazan con el camino estrecho, haciéndome vivir en la tibieza más detestable, porque no siendo ni frío ni caliente haría vomitar al mismo Jesús (carta a la iglesia de Laodicea. Ap 3,16)
Yo he pertenecido a Laodicea y creo que no he hecho estupidez mayor en mi vida. Gracias a Dios se puede salir de Laodicea y volver al camino de la mansedumbre.