Hay muchos novios que cuando vienen por primera vez a la parroquia te cuentan lo maravilloso que ha sido su noviazgo. Puede que haya sido de ese modo, pero el matrimonio no es una película romántica.
El matrimonio, como cada uno de nosotros, está lleno de imperfecciones en el camino. Puede que si vamos con la cabeza llena de películas nos demos cuenta, más pronto que tarde, que no es de ese modo y esa frustración -ese es el peligro- se convierta en desesperación.
El matrimonio es un gran camino de santidad, no de perfección, y los santos -como el matrimonio- tiene que superar las dificultades. Por eso es importante interiorizar que él o ella, aún con defectos, es camino no obstáculo en mi propio caminar. Convertir al esposo/a en rival de mi felicidad es, en primer lugar, desconocer el matrimonio y no conocernos a nosotros mismos. El esposo/a es un camino para que sepa superar, no sólo mis dificultades, sino las de otro al que, además, amo.