Podríamos pensar que Dios nos miente, porque nos vende un modo de vida que nos amarga, porque nos quiere rectos y sumisos en vez de libres e independientes, porque busca que yo sea “bueno” a su manera pero no me deja ser “feliz” a la mía, o porque promete o habla de realidades imposibles o utópicas.
Podemos tener una sensación de estar siendo engañados que nos lleva a la cuestión sobre la razón de ser de ese desengaño que es bastante interesante, pero hoy me limitaré a argumentarte porque Dios no te miente, y me bastarán los atributos de la siguiente oración para explicártelo: Dios es Santo y Uno, es Omnipotente y Sabio, es la Verdad y es el Amor.
En primer lugar, que Dios sea Omnipotente nos lleva a pensar en qué necesidad podría tener de mentirnos. Utilizamos la mentira para un fin que sabemos que no podemos obtener por medio de la verdad. Pero, siendo Dios omnipotente, ¿por qué iba a tener que hacer uso de la mentira para conseguir algo? Y ya no es solo que no necesite del recurso a la misma, sino que con la “nada” que somos, ¿qué tenemos nosotros que pueda querer Dios y de lo que no pueda disponer Él por sus propios medios? La respuesta más rebuscada diría: “porque quiere hacernos sufrir”, pero siendo esto así, ¿no hay otras formas más directas y nocivas de hacernos daño?
Como que hubiese predicado la cultura del odio en vez de la del amor, o que nos hubiera sometido coactivamente a esa esclavitud en la que a veces nos sentimos por causa de los mandamientos en vez de presentárnoslos con respeto absoluto a nuestra libertad. Que sea omnipotente nos habla de que no existe interés o tentación alguna que pueda motivar a Dios a mentirnos. Por lo que si sigues creyendo que Dios te miente, al menos reconoce que Él no gana nada con eso.
En segundo lugar, Dios es la Verdad. “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida” (Juan 14:6). Por lo que aceptar la mentira sería una negación de la naturaleza misma de Dios, de su ser. Dios no miente, porque es la Verdad. No odia, porque es el Amor. No hace el mal, porque es el Bien. No obra feo, porque es la Belleza.
Dios es quién nos conduce a la Verdad, que es la Vida, por ese Camino mismo de la verdad. No solo es la Verdad, sino también Camino (medio) para llegar a ella. Y si es estas dos cosas, pero a la vez -como veremos- es perfectamente UNO (íntegro y coherente en su ser), no cabe pensar que utilice la mentira -ni tan siquiera- como medio; porque se produciría una dualidad en su ser: siendo Verdad como fin, pero mentira como medio.
Pero siendo Dios Uno esa dualidad es totalmente imposible en Él. Miente quien tiene una cosa en la cabeza y expresa otra distinta con palabras o acciones. Por eso se dice que el mentiroso tiene un corazón doble: uno, el que sabe u opina que es verdad y se calla, y otro, el que dice algo pensando o sabiendo que es falso. Esto implica una dualidad que no puede darse en Dios por ser UNO.
Y que sea UNO no solo significa que no haya más dioses, sino que también es un atributo referido a su perfecta integridad y coherencia. No hay en Él contradicción alguna. Dios es una perfecta unidad: integra, sólida, coherente. No hay rastro de duda o inseguridad en sus palabras o acciones. No se siente dividido interiormente. Es, perfectamente, UNO.
Estos dos atributos nos llevan a afirmar que Dios no tiene mezcla de mal, ni de imperfección, no puede ser tentado, ni tampoco puede engañar ni ser engañado. Los sólidos atributos de la verdad y unidad de Dios conlleva que todo lo que dice se encuentre siempre dentro de este marco de la veracidad. “Es imposible que Dios mienta” (Hebreos 6, 18).
En cuarto lugar, “Dios es santo” (Isaías 6:3); lo cual implica, entre otras cosas, su perfección moral y ética; su absoluta y perfecta integridad; su infinita bondad. Haciendo totalmente imposible que distorsione o tergiverse lo que dice o hace.
Casi en último lugar, Dios es Amor. Y para mí, esta es la razón de mayor peso, el entender que, aun pudiendo y queriendo, el amor infinito de Dios por nosotros le impide mentirnos. Dios actúa no solo con un amor total a la verdad, sino con un amor absoluto hacia cada uno de nosotros. Nos lleva pensando desde antes de la creación del mundo. Moriría -y de hecho, ha muerto- solo por ti. Eres la niña de sus ojos, su obra maestra… Aceptar esto sería totalmente incompatible con creer que Dios te miente. Porque quien nos quiere, quiere no lo bueno, sino lo mejor, para nosotros.
Y eso es lo que siempre hace Dios a toda costa, guiarnos por la verdad hacia la Verdad. Nunca nunca nunca nos engañaría, a pesar de que la verdad fuese dura y le doliera vernos sufrir a causa de ella. A pesar de que esa verdad a veces se vista de rancia corrección y ladrona de la felicidad. A pesar de que Él pueda quedar de malo. Pero queriéndonos como nos quiere, prefiere que tú pienses mal de Él pero tengas la verdad -y con ella la felicidad- a tu alcance, a quedar como el super guay por venderte la diversión y el placer como camino para la felicidad eterna y verdadera -lo cual sería una gran mentira-.
Te quiere demasiado como para no apostarlo todo por llevarte al Cielo; y en ese todo asume el riesgo de que tu falta de sobrenaturalidad te ciegue y te susurre que Dios te la está colando. Lo asume, sabe que es porque no eres consciente de todo lo que te quiere, y por eso -y aun así- sigue apostando por ti y porque te encuentres con la Verdad.
Por último, y si he conseguido hacerte ver que Dios no te miente, podrías pensar que mentir no, pero que un poco sí que se equivoca a veces. Puede que no con mala intención, pero a veces realmente parece que no te conoce nada, porque te pide o manda cosas totalmente inapropiadas. Pero esto tampoco es posible, porque Dios es Sabio -la sabiduría en su grado máximo-.
Dios nunca yerra. Tiene un conocimiento absoluto y perfecto de todo, y eso te incluye a ti, hija infinitamente amada por Él, “hasta los cabellos de vuestras cabezas están todos contados” (Mateo 10:30), ¿cómo, entonces, no va a saber cómo hacerte feliz, cuidarte y quererte? Que tú tengas la sensación de que Dios no te conoce mucho o de que te miente, solo habla de tu falta de fe y de visión sobrenatural; de tu desconocimiento sobre quién es Dios y cuánto te ama.
Y por si te quedaban dudas de: “¿y si hoy me quiere así, pero mañana un poco menos porque le he fallado?” o “¿y si antes era así de bueno, pero ya no lo es tanto porque está enfadado por cómo está el mundo ahora?”; escúchame, Dios es inmutable, “en quien no hay cambio, ni sombra de mudanza” (Santiago 1:17). Él mismo nos dice: “Aunque se aparten los montes y vacilen las colinas, mi amor no se apartará de ti” (Isaías, 54:10). Nos lo dice de todas las maneras posibles: ¡Pase lo que pase, nunca voy a quererte menos! ¡Te quiero infinitamente hoy, mañana y siempre!
Y para todo aquel que cree que Dios le engaña porque juega a dar y quitar, a llamar y esconderse… la inmutabilidad de Dios vuelve a recordarnos que esto no es así: “Los dones y la vocación de Dios son irrevocables” (Romanos 11:29). No está jugando contigo, no te está engañando; sino que posiblemente tú no estés viendo el trasfondo del asunto. Puede que aisladamente lo que te pida o te ocurra no tenga sentido, pero con la perspectiva del tiempo lo adquirirá. Dios se las está ingeniando continuamente para regalarte la vida eterna, es lo que más desea, tu felicidad para siempre, para siempre, para siempre. Pero, recuerda, ni para conseguir eso, te mentiría.
Marta Mata España