Por Maika Hoyos
En la tercera catequesis de teología del cuerpo se explica el segundo relato de la creación del hombre, y fue escrito con anterioridad al primer relato. En esta parte del génesis se registra la descripción más antigua del hombre y su auto comprensión. Es el primer testimonio de la conciencia humana y se explica de un modo más próximo a la psicología.
Para la teología del cuerpo es muy importante la subjetividad de este desarrollo humano porque va mucho más allá de una mera descripción física y se comprende mejor lo que se corresponde con la realidad del hombre creado a imagen y semejanza de Dios.
Cuando Jesús habla con los fariseos sobre el tema del divorcio se remite a la intención primera del Creador; pero a la vez ahí se expresa también la inocencia del hombre antes del pecado original. Se entiende que la unidad indisoluble del matrimonio formase parte del diseño de Dios antes de la caída de Adán y Eva.
Eso quiere decir que el estado perfecto de felicidad y de sanación humana se corresponde con un matrimonio indisoluble entre un hombre y una mujer
Eso quiere decir que el estado perfecto de felicidad y de sanación humana se corresponde con un matrimonio indisoluble entre un hombre y una mujer. La respuesta de Moisés aceptando el divorcio corresponde a un estado de caída en pecado y, por tanto, en debilidad. Para volver a recuperar la felicidad y obtener una sanación del alma, nuestra vida se debería ajustar al diseño perfecto que Dios dispuso.
En ese texto no solamente se ve la unión matrimonial sino también los sentimientos de transparencia mutua, ya que estaban desnudos sin avergonzarse. Sin embargo a continuación, tras la caída, surge una situación completamente diferente por haber comido del árbol del conocimiento del bien y del mal.
Hay un tránsito desde la inocencia original hasta el pecado y el dolor, y por saltarse la prohibición de Dios, en esa situación de caída, ha desaparecido la alegría y armonía que Dios tenía pensado para el hombre.
La comparación entre el antes y el después nos dará la clave para sanar nuestras heridas y recuperar el estado en que Dios nos creó.