Hay un deseo bueno que es querer ser mejores. Este deseo debe partir, a mi nodo de entender, de un presupuesto: quererse a uno mismo como es.
Volvamos al capítulo 3 del Genesis, por cierto libro fundamental, en el que se produce el encuentro entre la serpiente y Adán y Eva. Acudamos al momento de la tentación cuando les dice «seréis como dioses» ¿Es que no lo eran ya? Cuando poseían, por ejemplo, la inmortalidad o la capacidad para hablar con Dios cara a cara. La tentación sugiere que hay un estado mejor que pasa por destruirse a sí mismos para ser otro.
Cuántas veces nos engañamos con ojalás que nos destruyen porque buscan anular nuestro yo para ser un ser imaginario que se convierte en un verdadero farsante. No hay más que descubrir los infinitos placebos que el mundo nos sugiere para dejar de ser lo que somos.
Te animo a que te quieras a ti mismo. Sí, como eres. Los bajitos, bajitos y los altos, altos. Ser bajo o alto no nos hace mejores, pero desear ser alto cuando uno es bajo puede llevar a destruirnos a nosotros mismos.