Rebélate

Cambiar el mundo

Marta Mata

Rebélate. Rebélate, y no contra la sociedad, contra el mundo o contra la gente que no piensa como tú. Rebélate contra algo más grande que todo eso, rebélate contra ti mismo. Contra tus incoherencias y mentiras, contra tus faltas y comodidades. Rebélate contra esa pereza que te impide alcanzar tus metas, contra esa inseguridad que no te deja ser tu mismo al 100%, contra todos los perjuicios que te impiden querer a los que te rodean. Rebélate contra ese pasotismo que hace que más cosas de las que debería te den exactamente igual porque sientas que “conmigo no va la cosa”; sal de esa zona de confort que mira a su propio “yo” para interesarte más por las personas y proyectos que tienes cerca.

Rebélate contra algo más grande que todo eso, rebélate contra ti mismo.

Rebélate, también, contra todas las emociones que te dominan y que no te dejan hacer lo que tú quieres realmente, sino solo lo que te apetece. Rebélate. Espabila. Lucha. Pero no contra un movimiento, contra una persona o contra una ideología; sino contra ti. Lucha por ser dueño de ti mismo, y no esclavo de lo que sientes, te engancha, o te venden como bueno…

Cambia el chip, pero no el del mundo sin haber cambiado antes el tuyo propio. Deja de quejarte, de criticar, y de exigir o buscar cambios en los demás, sin antes exigirte a ti mismo, o ¿qué te crees? ¿qué no eres parte de las quejas de otra persona? Espabila y rebélate contra ti, campeón, porque solo alguien que se exija y luche contra sí mismo es capaz de luchar contra la corriente que lleva el mundo. Solo cuando uno ha conquistado esa libertad interior que le permite hacer lo bueno, lo que realmente le llena, le hace feliz, y le autorrealiza; puede luchar por una sociedad que fomente esa misma libertad en cada persona.

Muchas veces queremos cambiar a los demás sin habernos cambiado primero a nosotros mismos. Pero es que antes de mirar al de enfrente, hay que mirarse a uno mismo y preguntarse a qué tentación o defecto va a declararle la guerra hoy, esta semana, este mes, este curso… Hay que alimentar ese espíritu de lucha constante por ser mejores y no conformarnos con lo que somos, sino aspirar a lo que podemos llegar a ser. ¿Querernos? Mucho. ¿Mejores? Siempre.

rebeldes de verdad, de los que nunca se conforman, de los que quieren más y van a por más

Por eso tenemos que ser rebeldes de los que no desisten, de los que saben decir “no” a sus mentiras y contradicciones, a su pasividad e indiferencia, a sus defectos más característicos. Necesitamos ser rebeldes en condiciones, no de esos que gritan por la calle o que solo saben pelearse con los demás; sino rebeldes de verdad, de los que nunca se conforman, de los que quieren más y van a por más. Rebeldes de los que se proponen preguntarle a esa persona de la que suelen pasar ¿qué tal estás hoy?, de los que se muerden la lengua al entrar en una discusión con quien siempre las provoca, de los que cuenta hasta 3 y se levantan de la cama, y cuenta otros 3 para sentarse a trabajar después de comer. Sé que son pequeñas batallas, pero solo así se gana una guerra.

Y ya puedes imaginarte lo que no puede faltar para conseguir todo esto: cariño, alegría, esfuerzo…, pero sobre todo a alguien que alimente dicha rebeldía. Yo, sin dudarlo dos veces, me quedo con alguien que sobre esto sabe mucho, porque Él mismo ha revolucionado Cielo y Tierra, haciendo que muchas almas -rebeldes- le sigan y se levanten día tras día con el único fin de ser y hacer mejor a los demás y a la sociedad. Yo quiero ser así y encontrar lo que les hace tener esa energía, esa alegría y esa rebeldía; para superarse a diario, para ser inconformistas y desear siempre más, para no parar ni un segundo, para seguir y seguir y seguir…

Quiero apoyarme en Él para no perder ni el rumbo ni el ritmo, porque quien no avanza, retrocede.

Quiero apoyarme en Él para no perder ni el rumbo ni el ritmo, porque quien no avanza, retrocede. Y creo que es importante que todos, y especialmente los cristianos, tengamos ese espíritu de actividad constante, de ganas de revolucionarlo todo un poco, de montar jaleo y de liarla a lo grande. Y eso empieza en uno mismo, porque solo a partir de mi “yo transformado” puedo ir influyendo en unas y otras personas, y generar así contracorrientes en la sociedad. Estoy segura de que un buen comienzo es ser rebeldes de los que tú y yo sabemos; de los que se saben llamados a revolucionar el mundo, de los que no viven su fe con pasividad sino con pro-actividad. Rebeldes de los que viven cada día con el mejor de los Jefes al lado: con el que vino para revolucionarlo todo, ese mismo que -como me repite cada día- se ha quedado para seguir revolucionándolo todo conmigo.