El Papa Francisco en la JMJ de Río de Janeiro dijo que no había que descartar ni a jóvenes ni a ancianos. Después lo ha vuelto a repetir muchas veces: Los ancianos son hombres y mujeres, padres y madres, que han estado antes que nosotros en nuestro mismo camino, en nuestra misma casa, en nuestra batalla diaria por una vida digna. Son hombres y mujeres de los que hemos recibido mucho.
Y es que además los ancianos son una ayuda imprescindible para ayudarnos a vivir la fe.
Muchas veces me encuentro, en mi labor pastoral, con niños que se están preparando para recibir la Primera Comunión o que acaban de recibirla que me dicen: los domingos voy a Misa con mis abuelos; cuando mis abuelos están enfermos no puedo ir a Misa; hoy mi abuela me llevó a Misa.
Pues desde aquí quiero decirles: gracias abuelos por preservar la fe de los nietos, gracias abuelos por corregir a los hijos, gracias abuelos por ayudarnos a todos a no desfallecer en el amor a Jesucristo y a la Iglesia hasta el final.
A mí me conmueve vuestra piedad de acudir día tras día a la iglesia a rezar el Rosario o asistir a la Santa Misa donde, lo sé, pedís por vuestros hijos y nietos. Hoy, perdonad el atrevimiento, también quiero que pidáis por todos nosotros.