¿De dónde venimos? ¿A dónde vamos? ¿Cuál es nuestra misión en este mundo que Dios ha creado? ¿Dónde se encuentra la felicidad? ¿Qué debemos hacer para alcanzarla? ¿Por y para qué vivo? Quién no se ha hecho alguna de estas preguntas. Vivimos en un mundo rápido, donde un solo instante vale mucho, el tiempo es oro, pero “¿qué hacer con ese tiempo?” Cada vez somos más los jóvenes que nos encontramos vacíos, que buscamos llenar nuestras vidas con acontecimientos que nos satisfagan y que nos llenen. Pero “¿dónde buscar eso que nos falta?”
La Iglesia Católica y Dios me proporcionaron la respuesta a esta pregunta que tantas veces pasaba por mi cabeza. “Tú has sido creado por y para amar”. Llevar a cabo esta misión se consigue recibiendo el amor de Dios y a su vez dándoselo a las personas que te rodean. Este es el propósito de tu vida y en el fondo de tu corazón lo sabes, sabes que lo que buscas es amor, porque es lo que le da a tu vida un sentido diferente. Como bien decía el apóstol Mateo: “¿pues de qué le servirá a un hombre ganar el mundo entero si pierde su alma?” De que nos sirve dejarnos llevar por las pasiones, la avaricia de querer siempre más, no hacer caso a la razón y dejar que la afectividad gobierne nuestros cuerpos; perder nuestra vida buscando la felicidad en bienes materiales, en cosas que en el fondo no nos llenan. ¿Para qué?
El sentido a todo, o lo que yo denomino vida, solo lo da Dios, solo su amor, un amor que toma forma cuando te dedicas a los demás. No hay una forma correcta de amar, cada persona es única e irrepetible y posee unos dones que Dios le ha regalado, está en el lugar que Dios le ha puesto, para hacer simplemente lo que Dios quiere. Pero, cuando las cosas se tuercen, cuando la vida toma un rumbo indeseado, dejamos de amar, sin darnos cuenta de que el sufrimiento es el agua que riega la semilla del amor.
Es por esto, por lo que la fe debe vivirse en comunión con nuestros hermanos dentro de la Iglesia Católica. Debemos conocer a Dios, acercarnos cuanto más podamos a Él y por supuesto dejarnos amar. Este es sin duda, el primer paso para encontrarle el sentido a nuestra vida, porque sin ÉL esto no sería posible.
Para finalizar quiero proponerte algo, querido lector. Toma un momento y aléjate del ruido de esa vida tan ajetreada que llevas, esa vida rápida que no te permite reparar en los detalles verdaderamente importantes, aleja todos esos pensamientos que atormentan tu mente por un momento. Ahora, cierra los ojos y respira, párate a mirar el amor de Dios en tu día a día. Dios está presente en todas y cada una de tus acciones, ¡porque te ama! ¡Ama tú también! Y así ¡Dale sentido a tu vida!
Ariane Fidalgo Colinas