Si los nuggets fuesen de pavo y no de pollo quizá nos dejarían tomarlos en Navidad. Al menos a los niños les gustaría más y con un poco de suerte no haría falta preparar los complicadísimos rellenos de ciruelas, ¡el kétchup lo supliría!
Sin embargo, parece ser que alguien ha establecido que hay que comer pavo en la cena de Navidad, y no creo que haya sido un criador de pavos, sino de pollos. Está clarísimo, ¿a quién se le ocurre poner un pavo al horno si no es Navidad…? Por eso siempre comemos pollo, y el pavo solo para desayunar en lonchas, disimulao…
Pero, ¿por qué pavo y no pollo?
Si les preguntas a tus hermanos qué se tomarían un día normal con sus amigos la respuesta parece obvia. Por el contrario, para celebrar el cumpleaños de su Mejor Amigo tienen que tomar pavo en vez de unos nuggets o unas alitas…
Es verdad que la cena de Navidad es una tradición muy bonita, pero no lo es tanto si la gente va desganada, sin ilusión, esperando lo mismo que el año pasado y que el anterior, y el anterior, y el anterior… quizá algo nuevo pueda arreglarlo.
Aunque a veces se nos olvide, sabemos que lo esencial de la Navidad es que Dios se hace niño para salvarnos. Todo lo demás es complementario y nos ha de ayudar a centrarnos en lo importante. Por ejemplo, si estos días ves que tu madre anda muy agobiada pensando en el tamaño óptimo del pavo, procura evitarle más complicaciones, sé más cariñoso con ella y así, ya preparándo la cena, empezareis a sentir la alegría que vendrá después.
Como veis, no se trata de suprimir tradiciones, de poner pollo o pavo, sino de darles un toque nuevo, personal, una actitud que las llene de sentido. Lo importante es ser feliz, natural, e intentar por todos los medios que tú, pero sobre todo los tuyos, paséis las mejores Navidades posibles, con la alegría de estar celebrando el nacimiento del Señor.