Era viernes por la noche. Mientras el frío y la lluvia acompañaban a quienes caminaban por la calle, la calefacción y el olor a palomitas hacía que la larga espera para comprar la entrada resultara más amena. Llevaba mucho tiempo esperando a ver el último gran estreno de Hollywood. Poco antes de entrar a la sala, escuché a un par de amigos discutiendo: “Esta es mejor que la primera por los efectos especiales”. A lo que él respondió con un: “No tienes ni idea. El protagonista de la primera le da mil vueltas al nuevo” ¡Cómo defendían lo que ellos creían que era verdad! ¡Con qué ímpetu! Me impactó tanto que, incluso después de ver la película, estando ya en casa, me hizo pensar: ¿Soy capaz de defender lo que pienso? ¿O por el contrario ellos lo hacen mejor? ¿Acaso yo, cristiano, defiendo mi fe? O, mejor dicho ¿Quiero defenderla?
Estamos acostumbrados a vivir cómodos. Tenemos todo a la vuelta de la esquina: ocio, diversión, dinero, vacaciones… ¡incluso estudiar! Nos sentimos tan “integrados” en lo que dice, defiende y pregona esta sociedad, que prácticamente nadie se atrevería a ponerlo en duda. Sin embargo, esto no quiere decir que sea lo correcto. Solo hay que echar un vistazo a nuestro alrededor. El mundo se nos muere. Se nos muere de ilusión, de ideas, o lo que es lo mismo, de mentes sinceras. Ya nadie alza la voz para argumentar. Ya nadie se plantea ir a contracorriente, porque ahora se lleva de moda estar de moda, es decir, mentes huecas para palabras igualmente huecas. ¿Quién no dice tener la verdad? ¿Quién no se ha adueñado del término verdad para utilizarlo en su beneficio? Y, coincidencias de la vida, quienes deberían defender lo que creen, la Verdad, brillan por su ausencia. Cristianos, ¿Dónde estáis?
Ya está bien de dejar que la vergüenza o el miedo a no ser integrado sean más fuertes que quienes viven con Cristo. No hay derecho a que los que no deberían se estén saliendo siempre con la suya. Se ve mucho en los telediarios titulares donde palabras como asesinato, muerte, aborto o corrupción se han convertido en tertulianos de la plana informativa. Sin embargo, ¿Dónde está la palabra cristiano?
Esto nos tiene que llevar a ser conscientes del regalo que Dios nos ha ofrecido posibilitándonos conocerle y ser testigos de su Amor, y por tanto, compartirlo con todo nuestro cuerpo, mente, corazón e ilusión. Por eso mismo, de una vez por todas hay que mirar al futuro apretando los dientes y sabiendo que los obstáculos que se nos presentan (virtudes humanas, miedo a ser excluidos) están para saltarlos. ¡Qué necesarios somos nosotros, los jóvenes, para dar luz a la oscuridad que se cierne sobre esta sociedad, para servirle de brújula en esta travesía tan turbulenta!
Sin embargo, nada está perdido. Al contrario, todo está listo. Los efectos especiales están a punto. El guion, lo que Dios nos pide, más que configurado. Los escenarios (nuestra ciudad, la universidad, el colegio, nuestro trabajo) parecen estar preparados para la ocasión. “Cristiano: la Verdad” apunta a ser un exitazo. En nuestras manos está que nosotros, nuestro ejemplo, protagonistas de este argumento, hagamos que este estreno barra taquillas. Así que… ¡luces, cámara, y ACCIÓN!