Siempre quise ser pastorcita. Sencilla, con poca cosa. Cuanto menos mejor. Para adorarTe a Ti, el Rey sencillo, el Rey de los sencillos.
Siempre quise ser la mula y el buey. Cálida. Ser abrigo en este frío pesebre. Para arroparTe a Ti, el Rey cálido, el Rey de los cálidos.
Siempre quise ser la estrella. Luz para el camino. Guiar a todos hacia ti. Iluminar la noche. Que quien me mire Te vea.
Siempre quise ser un rey mago. Regalarte lo que tengo. Talentos y debilidades. Para pertenecerTe a Ti, el Rey regalado, el Rey de los regalos.
Siempre quise ser San José. Humilde. Ser el menos importante. Dar protagonismo a otros. Para contemplarTe a Ti, el Rey humilde, el Rey de los humildes.
Siempre quise ser como María. Fiel. Estar contigo. Pensar en Ti y no en mí. No fallarte. Ser apoyo. Ser regazo. Para acompañarTe a Ti, el Rey fiel, el Rey de los fieles.
Siempre quise ser como Tú. Vulnerable. Expuesta. Desprotegida. Desnudada. Para amarTe a Ti, el Rey vulnerable, el Rey de los vulnerables.
Siempre quise ser. Pero hoy quiero que Tú seas. Y aunque no lo entienda. Sólo puedo decirte, querido Niño, que nada he encontrado fuera de Ti. Dios o nada. Porque sin Ti, yo no soy.
¿Quién eres tú en el pesebre?