Hoy ya no vamos a meditar sobre los Si de María sino sobre un gran Sí de Jesús porque en la Fiesta de la Inmaculada Concepción hay una gran fiesta en el Cielo. Hoy nos toca considerar cuando la Reina de Cielos y tierra, después de cumplir su misión aquí en la tierra, llega al cielo. Ángeles, Querubines, Serafines y, cómo no, los Santos: José, Moisés, Abraham…esperan la llegada con gran expectación. Sin embargo quién espera con más ilusión la llegada de María es Su Hijo.
María ha cumplido su misión aquí en la tierra como puede que tú estos días hayas cumplido aquel propósito que te hiciste al comienzo de la Novena.
Alicia, durante dos años ha rehusado el querer formarse porque dice que no le hace falta sin embargo Pati, que es su gran amiga, no ceja en su empeño porque le acompañe a dar catequesis. El padre de Alicia no está muy a favor y tiene que venir a escondidas. La semana de la Novena las dos amigas deciden que en vez de ir a la Catequesis van a ir a Misa todos los días. Alicia queda con su madre Matilde, que irá un poco a escondidas para que su padre no se enfade. Empieza a ir encantada porque desde niña siempre le ha gustado poder rezar a la Virgen, su madre. Al finalizar la Novena, en sábado, se le platea la vocación pero no quiere oír ni hablar del tema: mi padre me mata. Sigue rezando porque sabe que la Virgen, no le va a fallar, y semanas después escribe una carta como la que escribió Jorge a María y contábamos ayer.
La Madre si tú has sido fiel estos días no te va a fallar. Ella es la reina de cielos y tierra pero sobretodo es tu madre. La Madre es Refugio de los pecadores, consoladora de los afligíos, esperanza de los cristianos y Reina de los apóstoles. Ella en el Cielo no se olvida de sus hijos. Al revés, María al llegar y ver a su Hijo lo que le dice es: déjame que siga cuidando de cada uno de los que tú me has encomendado. Y Jesús, que una vez más se maravilla de la grandeza de María, no sólo mira con cariño a su Madre sino que le da una nueva Gracia: serás mediadora de todas mis Gracias. Es el Gran Sí de Jesús con su Madre.
Tu y yo lo único que tenemos que hacer es que vayas, como en navidad, debajo del árbol y cojas eso que ella lleva días envolviendo con enorme ilusión para que tú ahora lo abras con enorme ilusión. Pero, ¿Cuál es el regalo?, pues mira es el mismo que recibió Juan. María te va a dar su mano para que con ella vayas, casi sin darte cuenta, a ver a su Hijo. Juan fue el único que fue a la Cruz y el primero en llegar dónde Jesús había resucitado. Sin embrago para ello no te sueltes de la mano de la Madre aunque parezca que puedes caerte con ella nunca te tropezaras nunca aunque los retos sean casi imposibles.
Hoy, último día de nuestra Novena, es el día para soñar con el Cielo. Un día para soñar con el lugar que nos tiene preparado, un lugar dónde nuestra imaginación aunque intente alcanzar es imposible que logre describirlo ya que ni ojo vio, ni oído oyó lo que Dios nos tiene preparado. San Agustín escribía: es más fácil decir qué cosas no hay en el cielo, que decir que cosas hay; en el cielo contemplaremos y descansaremos, descansaremos y alabaremos, alabaremos y amaremos. Y San Francisco de Asís nos dice: el bien que espero es tan grande, que toda pena se me convierte en placer.
En el Cielo veremos a Dios pero también veremos a nuestra Madre que se pasara minutos, horas y días con cada uno de sus hijos. Ella, como hizo con Jesús, nos cantara nanas y nos hará ver tantas veces como, sin darnos cuenta, fue a las puertas de Jesús para pedir una nueva oportunidad para cada uno de nosotros.
Gracias Madre por estos días y por todos los días de nuestra vida porque no sólo le dijiste Si a Dios sino también a cada uno de nosotros.