Miguel Aranguren –está casado desde hace quince años y tiene cuatro hijos-, es uno de los escritores españoles que ha publicado a más temprana edad, autor de once novelas que han recibido una muy positiva acogida por parte de la crítica. Es articulista de opinión y responsable del proyecto Excelencia Literaria. Su primera novela, Desde un tren africano (Ed. Palabra), llegó a las librerías cuando acababa de cumplir diecinueve años. Su última, El arca de la isla (Ed. La esfera de los libros, 2012), vio la luz una vez cumplió los cuarenta.
Descubrió su vocación como escritor en la adolescencia. De un diario por tierras de Kenia, nació “Desde un tren africano”, lo que nos hace pensar que los jóvenes tenemos mucho que hacer para mejorar el mundo. En una entrevista, Aranguren dijo: “Un escritor es una persona con un don maravilloso; para que ese don se convierta en servicio, ha de buscar la Verdad”. Escritor, ¿por dónde empezamos?
Pues siempre lo dejo a la elección del entrevistador… Acercarse a un personaje (me divierte describirme de esa manera) es dejarse sorprender por lo que nos pueda contar. A mí la sorpresa me aborda leyendo o escuchando entrevistas a otros personajes (escritores, actores, pintores…), en las que descubro que hay una interesante humanidad detrás del escaparate con el que cada cual decide mostrarse al mundo, especialmente el de personas que –a priori– tienen un modo distinto de ver las cosas.
Usted se dice artista, contador de historias, no importa cuál sea el “formato”: dibujo, escritura… ¿De qué va la Vida?
La vida es un regalo inmerecido y maravilloso, incluso en momentos de dolor. Y hay gente que sufre mucho… Pero como la vida es, además, un camino hacia la Vida, el sufrimiento se convierte, irremediablemente, en una manera preciosa de transitarlo, siempre y cuando encontremos su misterioso sentido y la compañía de gente que nos quiera y a la que querer. Por eso, la vida es para mí una novela fascinante en la que vamos descubriendo –a medida que nos hacemos mayores- todas nuestras limitaciones, así como los dones que recibimos y que aún no hemos explotado del todo. El trabajo de esos dones (en mi caso pintar, escribir, ser esposo y padre…) es el corazón de la aventura vital, la fuerza de nuestro servicio, de nuestra contribución al bien de la humanidad.
¿Qué es lo más importante en su vida?
No me gustan mucho las categorías. No sé qué va primero porque cada día se compone de la mezcla de muchas cosas. Eso sí, si tuviera que elegir, me quedo con mi mujer, pues es con ella con la que me lancé a la experiencia vital más importante. Ahora que muchos hablan mal del matrimonio o que lo disfrazan de posibilidades ridículas amparadas por la Ley, a mí me alegra mucho decir que el matrimonio es lo que más feliz me hace, lo que me baja de las nubes y me asienta en la realidad, lo que me obliga a ser mejor. Si no, un escritor como yo sería un personaje peligroso, siempre metido en su mundo de fantasías.
¿Qué es primero: padre o escritor?
En mi caso, empecé primero a escribir, muchos años antes de que me llegara la paternidad. Por tanto, soy un escritor que, al mismo tiempo, es padre. Pero ya que me ofrece la oportunidad, ser padre es recibir una enorme responsabilidad, una responsabilidad preciosa. Los hijos demandan mucha atención, si uno pretende que sean felices y libres. Eso nos obliga a salir constantemente de nuestro egoísmo, a procurar ponernos a su altura, comprenderlos, educarlos, formarlos, hacer que se diviertan, sembrar para que en ellos crezcan las virtudes, principalmente el servicio a los demás y el amor a la verdad. Ahí es nada…
¿Cómo plasma su fe en sus novelas?
Como casi todo el mundo de mi generación, tuve la suerte de nacer en una familia cristiana. Por tanto, llevo en mis entrañas un cristianismo cultural, porque la vida de fe es otro asunto… Uno tiene que tener la inmensa fortuna de descubrir que Dios sale a tu encuentro, que te espera, que te quiere acompañar, que quiere que tú le acompañes. Por eso, una persona que desee ser buen cristiano debe profundizar en la vida de aquel que nos acompaña: Jesús. Leer el Evangelio, hacerlo experiencia de su quehacer habitual: en mi caso, la familia, la escritura, las relaciones de amistad… Por eso no me pongo una chaqueta de católico cuando empiezo a escribir, ni me la quito cuando termino. Es decir, que mis novelas tengan ese fondo cristiano se debe, creo, a que hago lo posible por vivir la fe en todos los apartados de mi vida, a pesar de mis flaquezas, de mis errores. Entre otras cosas, no me gustan los carteles, es decir, aprovecharse de la religión –por ejemplo- para abrir mercados. No soy un escritor católico. Soy un cristiano que es escritor, igual que hay cristianos que son tenderos, oficinistas, funcionarios…
En la carta que nos escribió el Papa Emérito Benedicto XVI a los jóvenes para preparar la Jornada Mundial de la Juventud de Río de Janeiro, decía: “Cuando más conocemos a Cristo, más deseamos anunciarlo. Cuando más hablamos con Él, más deseamos hablar con Él. Cuando más nos hemos dejado conquistar, más deseamos llevar a otros a Él”, ¿por qué la Oración?
Porque sin oración nuestra fe sería una teoría. Una teoría más o menos bella, pero teoría. El cristianismo es la fe en Jesús, y a partir de esa creencia en un Dios que se hace hombre para borrar el pecado mediante su muerte cruenta y su resurrección, está todo lo demás (los dogmas, las virtudes, la moral…) Es decir, sin encuentro con Jesús en la oración (de la que tantos maestros tenemos en la historia de la Iglesia) y los sacramentos, es imposible llegar a la plenitud y la alegría que proporciona la Redención.
Su último libro, El arca de la isla, es un reflejo de la Vida, cuéntenos un poco más.
Vida es todo lo que se antepone a la muerte. Estamos llamados a vivir, a seguir vivos más allá del tiempo: lo llevamos en nuestra naturaleza. Por eso, la ciencia busca la manera de perpetuar la vida, incluso de generarla, y esto provoca enormes debates. ¿Está el hombre por encima de Dios? ¿Hemos evolucionado tanto que debemos prescindir de cualquier límite? ¿Ha llegado el momento de convertir la religión en una adoración de la técnica, de la sabiduría humana? Es lo que planteo en mi novela a través de una aventura de tintes épicos, en la que de nuevo se enfrentan el mal y el bien.
Aranguren, ¿qué tiene África que siempre “vuelve”?
África sigue siendo el continente desconocido. Allí impera la familia como núcleo de solidaridad, a pesar de que también existen conocidas injusticias, también en el ámbito familiar (la poligamia, sin ir más lejos). Pero en muchos países africanos comprendes que no es necesario “tener”, “atesorar” para ser plenamente humano, intensamente feliz, sino que cuanto más desprendido estás de las cosas y más unido a los demás, más intensamente vives la vida como una aventura. Además, en África no son tan habituales los ordenadores, las conexiones a internet, las redes sociales, lo que para mí es una liberación. Eso sí, qué pena que la mitad del mundo viva (vivamos) habitualmente desdeñando a la otra mitad.
Muchas gracias, Miguel, por su atención. @Catolicos_es solo está empezando, ¿nos manda un mensaje de ánimo?
La juventud tiene la fuerza de lo intenso, de lo auténtico cuando el proyecto por el que apuesta tiene como fin el servicio a otros jóvenes. Estoy convencido de que esa es vuestra finalidad. Por tanto, os animo a seguir, haciendo realidad las sugerencias del Papa Francisco, que habla muchas veces del encuentro, especialmente con aquellas personas que viven o piensan de manera distinta y hasta opuesta a la nuestra. Por otra parte, ese encuentro positivo es una parte esencial de nuestra fe.