Ella no tenía ninguna obligación de acudir a Purificarse y sin embargo, acompañada de José, quiere cumplir la ley. Sin embargo ella ya sabe que hay una ley por encima de la Ley y es la que su Hijo viene a proclamar en el Monte de las Bienaventuranzas:Bienaventurados los pobres de espíritu porque ellos heredaran la tierra; Bienaventurados los misericordiosos porque ellos alcanzaran misericordia; Bienaventurados los limpios de corazón porque ellos verán a Dios.
María, como decíamos en el segundo día, es la Inmaculada Concepción, la que no tiene mancha de pecado y, sin embargo se acerca al templo a purificarse para enseñarnos que los que ven a Dios son aquellos que están completamente limpios.
Muchas veces nos preguntamos ¿Por qué este compañero de mi curso, esta amiga mía no va a Misa?, y a lo mejor la pregunta debería ser, ¿Hace cuánto tiempo que este amigo mío no se confiesa?
No hay más que ver la vida de un joven adolescente que se da cuenta de que ha llegado el momento de una adhesión total a la fe. Las dudas que durante años le han ido apareciendo han ido desapareciendo, una tras otra, y la voz de Dios que llamaba a su casa cada vez era más apremiante pero había una voz que le retenía: el miedo a no vivir la Santa Pureza, ¿nos despides?, decían las tentaciones y caídas, ¿ya nunca más estaremos contigo?, por otra parte el joven cada día tenía más claro que la conciencia le pedía que confiara más en Dios y que se lanzara a sus brazos porque, con su ayuda, podía ser Santo.
San Pablo habla recuerda que para poder ser santo hay que tener un corazón limpio. Escribe a los Tesalonicenses lo que Dios quiere es que viváis consagrados a él, que os apartéis del libertinaje, que sepa cada cual controlar su propio cuerpo santo y respetuosamente, sin dejarse arrastrar por la pasión como los paganos que no conocen a Dios.