Hoy nos toca hablar de vocación… ¡bueno, no nos asustemos! La primera reacción cuando se oye la palabra “vocación” es la de “ya me van a soltar la típica chapa de siempre…” y automáticamente uno coge el ratón, pincha en la equis y cierra la pestaña.
Amigo, te propongo que aguantes, que leas por lo menos el párrafo siguiente y si no te convence te invito a que lleves la mano al ratón y te olvides.
Lo primero es decirte que tú, ¡Sí tú!, tienes Vocación. Quizás ésto te parezca raro y pienses que no tengo ni idea de ti, que voy en plan de listillo por la vida y dando lecciones a la gente, que no te conozco y un largo etcétera. De acuerdo, ¡no te lo voy a negar! No tengo ni idea de ti, quizás puedo ir de listillo por la vida a veces y tampoco te conozco personalmente; pero una cosa en la que no me equivoco es que tú tienes Vocación. La clave está en entender que es la Vocación, pero esto te lo voy a explicar o, por lo menos lo voy a intentar, en el siguiente párrafo y para cumplir con lo dicho, ¡está en tu mano el seguir leyendo o dejarlo y pasar a otra cosa!
La Vocación no es una cosa rara, una luz o revelación mística de Dios que reciben únicamente los curas y las monjas. La vocación es universal. Todos tenemos vocación y de primeras te digo que es una vocación a la santidad, una vocación a ser santos, una llamada a poner a Cristo como modelo de nuestra vida e imitarle en todo lo imitable. Esto nos lo recuerda el Catecismo cuando dice: ‘Todos los fieles, de cualquier estado o régimen de vida, son llamados a la plenitud de la vida cristiana y a la perfección de la caridad’ (LG 40). Todos son llamados a la santidad: ‘Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto’ (Mt 5, 48). Este llamamiento universal a la santidad se particulariza en cada una de las distintas vocaciones ya sea la vida matrimonial, el sacerdocio, los laicos que desarrollan una especial labor dentro de la Iglesia o la vida consagrada de los religiosos.
La gran pregunta que seguro que te has planteado es “¿cual es mi vocación?” y lo primero que te respondo es que tu vocación es ser santo. Lo segundo que te puedo decir es que el lugar o vocación concreta donde esta tu santificación la debes encontrar tú y pedirle a Dios que te ayude saber y descubrir el lugar donde Él te quiere. Tú estas llamado a ser santo y cuando descubras el lugar donde debes serlo ¡No tengas miedo de decirle que Sí! ¡Un Sí grande y entregado! Sea lo que sea… Tú dile que sí a Dios, porque una cosa que te puedo decir con total certeza y franqueza es que cuando le dices Sí a Él: entonces todo cambia y uno se llena de una alegría y felicidad que ninguna otra cosa podrá darle.