María Vallejo Nágera (Madrid 1964) es católica, madre y esposa. Además, Licenciada en Pedagogía por la Universidad Complutense de Madrid, se inició en el mundo de las letras con El patio de los silencios (Ed. Sytiria), quedando clasificada en quinto lugar entre las cuatrocientas novelas que se presentaron al Premio Planeta en 1999. Desde el año 2000, imparte conferencias sobre su conversión. Hoy es una de las autoras más leídas de España y Latino América; su última novela publicada es Cielo e Infierno: Verdades de Dios (Ed. Libros Libres).
Buenos días, María, en primer lugar muchas gracias por aportar su granito de arena a este proyecto. Usted se convirtió por una buena amiga, anglicana, en Medjugorje, en plena guerra de Bosnia. Una gran aventura, ¿no? La aventura de su vida. Dios se sirve de quien menos te lo esperas…
En efecto: me convertí gracias a la insistencia de unas amigas anglicanas. Ellas me llevaron a Medjugorge casi a rastras. Yo refunfuñaba por todo, no quería ir, pero algo en mi interior (hoy sé que fue el Espíritu Santo trabajando en mi alma), me empujaba a seguirlas en aquella aventura… Sólo puedo decirte esto: en aquel lugar Dios despertó mi alma; ésta llevaba dormida, anestesiada, desde mi Primera comunión. No me interesaban ni Dios ni sus cosas. Pero desde aquella peregrinación sólo me importa esto: Cristo. Mi camino está movido hacia El en todas las cosas. Nada me importa más que Él.
“Con Él he vencido impresionantes batallas”
Pero el Demonio no la dejaba escapar, el “Rey de las vendas”, como usted le llama. Muchas veces los cristianos no tenemos la formación suficiente, ¿por qué es tan importante?
Sí, en efecto el demonio me tenía cegada. Me tenía puesta una venda en los ojos del alma, y por eso Dios no existía en mi interior. Bueno, existía, pero yo le apagaba la voz con mi agnosticismo, mi raciocinio, mi ley. Se puede decir que no tenía formación religiosa en absoluto: no conocía a Cristo ni sus enseñanzas. Su Madre me importaba un pimiento… Y todo porque nada sabía de Ellos, ni de su amor por mí, ni de nada de nada sobre la Iglesia.
Pero desde aquel despertar no hago más que estudiar, imbuirme en los libros de enseñanza católica, de libros que me hablen de Dios, de Cristo, de su camino… Y sinceramente en la Iglesia católica he encontrado todo eso y más. Ahora bebo libros sobre los santos, y te puedo decir que vivo inmersa en una fascinación que me hace increíblemente feliz. Una vez que se encuentra a Cristo, nada hay más divertido que Él y sus cosas. Trabajar para El a través del único don que tengo (el de la escritura), me llena plenamente.
En la conferencia que dio el año pasado en Cáceres, cuenta que tras conocer a Jesucristo no podía dejar de hablar de Él, solo rebosaba felicidad. Y el Santo Padre en su primera encíclica, Lumen Fidei, nos recuerda: “La fe, puesto que es escucha y visión, se transmite como palabra y luz. (…) La palabra recibida se convierte en respuesta, confesión y, de este modo, resuena para los otros, invitándolos a creer”. Entonces, ¿el apostolado es hacer feliz a los demás?
El apostolado es muchas más cosas que eso. Es amarse uno al saberse amado por el Rey de Reyes; es llevar ese amor a los demás, es entrega pura de amor. Eso es mucho, muchísimo en nuestro mundo de hoy, tan escaso y tan herido por una monumental falta de amor.
Aquella confesión en Medjugorje le cambió la vida, ¿por qué es tan importante el sacramento de la Confesión?
La Confesión es el regalazo más descomunal que recibí en esa peregrinación. Es como quitarse de encima una mochila llena de piedras que le pesan horriblemente a uno en su conciencia. El pecado es asqueroso: es lo que nos aleja de Cristo, de Dios Padre. Es lo que voluntariamente nos buscamos para alejarnos de Dios. Ese pecado sólo puede desprenderse de nuestra conciencia sucia lavándolo en la Misericordia de Dios, y se obtiene al 100% en la Confesión. Confesarse es una auténtica gozada: toda la porquería desaparece de tu alma, te hace sentir libre, limpio, y más abrazado por Dios que nunca. Al menos eso es lo que significa para mi. Benditos sacerdotes que pueden confesarme. Sin ellos estaría asquerosamente infectada de pecado.
Ser joven es algo más que una edad, ¿cuándo era usted más joven, antes, cuando iba a Harrods, o después de convertirse?
Ahora, a mis 49 años, me siento más joven que nunca. Los que me conocen, los que conviven conmigo día a día me dicen algo muy bonito: “Qué maravilla es vivir a tu lado, porque siempre estás contenta, siempre estás feliz y nos contagias esa felicidad”. Y yo les digo que no soy yo quien está feliz, es Cristo el que me hace feliz, porque es su felicidad la que vive en mí. El que vive con Cristo, ya está lleno de su paz, de su alegría, de su felicidad, a pesar de que la vida nos golpea con serios problemas. Porque agarrados bien fuertemente a la mano de Cristo, hasta enfermedades terribles se soportan con felicidad y paz.
En la vida unas veces saltamos abismos, otras pequeños desniveles o caminamos por una llanura, después de su conversión asegura que la cruz se nota más. Explíquenos qué es esa Cruz.
La cruz está en mi vida, como en la de todos. Pero como te digo, yo la llevo agarrada fuertemente a la mano de Cristo. Con Él he vencido impresionantes batallas. Siempre estoy contenta; Él me da la fuerza para llevar esa cruz. Claro que a veces ha sido tan pesada que le pedía que me la quitara… Pero Él no lo hacía. Ahora comprendo que gracias a esa cruz bendita que pasé, que paso y que pasaré (el futuro avecina cruces más fuertes para mí), es un foco de bendición, porque gracias a ella me apego más y más a Cristo. Así que empiezo a darme cuenta de que esa cruz es lo que me llevará al Cielo. Bendita cruz.
¿De qué va la vida?
La vida va de esto : de que es un regalo inmenso de Dios. Puro regalo de Dios. Por eso me espeluzna el aborto y la eutanasia. Punto y pelota.
Usted es madre de tres hijos y esposa, ¿nos puede decir por qué el Matrimonio es entrega?
El matrimonio debe ser una total entrega de amor hacia la otra persona y hacia los hijos que han venido fruto de ese amor. Siempre hay que dar amor y dar, y dar, y dar… Hasta que duela. Claro que hay momentos tensos, momentos más felices y menos felices. Yo llevo 25 años casada y espero morir casada con mi marido. Nunca se puede decir “de esta agua no beberé”, porque yo sólo puedo responder por mí. Pero es lo que llevo en el corazón. El Matrimonio es un sacramento fortísimo a ojos de Dios. Hay que cuidarlo con ahínco cada día y luchar cada día para regarlo de felicidad. Todo lo que se pueda. No creo que haya algo más bonito que envejecer juntos. Por eso hay que lucharlo muchísimo, perdonar y ser perdonados muchas veces.”
Católica en medio del mundo, ¿cómo acerca a sus lectores a Dios?
Yo no acerco a mis lectores a Dios. Es Él quien lo hace. Yo soy una inútil total. Una maruja cualquiera que escribe. Lo único que hago es escribir con el corazón y contar todo aquello que voy averiguando a base de investigación en el ámbito católico. Las superventas que se han producido con mis libros son un gran misterio para mí, una increíble sorpresa en mi vida. Pero he encontrado la respuesta: por muy mal escritora que algunos me consideren, resulta que mis libros son un gran éxito. ¿Porqué? Porque existe hambre de Dios, y la gente, por puro misterio, ve que yo voy descubriendo cosas de El que nadie le ha contado. Qué cosas… Soy un gran misterio para mí misma.
¿Cuáles son sus proyectos como escritora?
Escribir hasta que muera. Bien o mal…No lo sé. Pero poniendo todo mi corazón en ello, toda mi alma. Tengo la esperanza de que mis obras sigan ayudando a mis lectores. Son ya 5.000 entradas en FaceBook de España y Latino América todos los días: esto sólo quiere decir que aunque escriba muy mediocremente, la gente encuentra algo que le lleva a recibir paz en mis libros. Con esto vivo y por esto lucharé el resto de mi vida.
Muchas gracias, María, por su ejemplo y su tiempo. @Catolicos_es es un proyecto que solo está empezando, ¿nos envía un mensaje de ánimo?
Cristo Vive; en Cristo está la Victoria. No lo olvidéis nunca. Trabajar para Él es trabajar para el mejor Rey de Reyes. Animo. Seguid. Yo oraré por vosotros.