“Lo opuesto al amor no es el odio sino la indiferencia, lo opuesto a la fe no es la herejía sino la indiferencia, lo opuesto a la vida no es la muerte, sino la indiferencia”
(Elie Weisel)
Quien sabe utilizar bien las palabras podrá hacer maravillas con las personas: hacerlas felices un instante, llorar y reír, saltar y caer… Quien sólo expresa amor con palabras no sentirá el verdadero amor. El amor, además de manifestarse de esa manera, se manifiesta con las obras.
El amor, al igual que la Fe, necesita de obras y no solo una vez, sino continuamente. Siempre que podamos agradar a esa persona debemos de hacerlo:
– ¿Por qué?
– Porque: “Hay más felicidad en dar que en recibir” (Hechos 20:35). Porque, “Este es mi mandamiento: qué os améis unos a otros, como yo os he amado” (Juan 15:12)… Y aunqune podría decir más “porqués” pero prefiero centrarme en estos dos.
- ¿Cómo nos amó Jesús? ¿Cómo nos sigue amando?
Jesús nos ama continuamente y nunca ha dejado de amarnos. Amar tanto a todos para encontrar en aquella persona al mismo Cristo. Decía S. Agustín «La medida del amor, es amar sin medida».
A veces nos cuesta mucho retomar ese amor cuando surge una discusión, un malentendido. Debemos de recordar que somos imperfectos y que podemos fallar incluso a la persona que no imaginábamos que fallaríamos. Fallamos al mismo Cristo, normal que fallemos a los demás, pero no debemos quedarnos ahí.
- ¿Dar sin recibir? ¿Eso cómo se explica?
Decía S. Juan de la Cruz: “Al atardecer de la vida te examinarán del Amor”. De tu amor, no del amor del vecino, sino del tuyo. Las cosas más importantes se dan sin esperar nada a cambio, se dan, se hacen con amor, por amor y en amor. Esto nos sirve a todos.
Termino con una frase de S. Agustín: “Ama y haz lo que quieras”, pero yo añadiré una cosa más: “Ama a todos y haz lo que quieras. Si no Amas, ¿para qué sirves?”