El misterio del Cuerpo de Cristo en la Eucaristía no es solo para que lo contemples sino para que te asombres.
El asombro de ver que Jesús se ha quedado por amor, para amar y dejarse querer por cada uno de los hombres: santos y pecadores, sanos y enfermos, limpios y otros que no lo están del todo. Jesús ama a todos y cada uno.