Mi conversación con Dios no se puede traducir constantemente a las banalidades del día a día sino que tiene que llevarme a planteamientos algo más profundos, preguntas fundamentales: ¿Por qué Dios me amas? ¿Por qué has querido que viva en esta familia? ¿Por qué me has regalado la Fe? Una relación con Dios apoyada en la sola costumbre como en la superficialidad está expuesta al riesgo de la monotonía y el aburrimiento. Sin embargo una relación apoyada en el descubrimiento de que Dios se ha enamorado de mí fragua una relación fiel y leal.