Apenas tenia 14 años cuando recibí un día una carta de mi abuelo que, entre otras cosas, me decía: un hora de estudio para un apóstol moderno es una hora de oración. Me dejo muy impactado porque pensaba que para ser santo me bastaba con ir a Misa los domingos y tratar bien a mis hermanos. Pero las palabras de mi abuelo me ayudaron a darme cuenta de que además de ser buena persona debía ser buen estudiante porque puedes rezar, mortificarte, trabajar en mil cosas de apostolado… pero si no estudias (o en su defecto haces bien tu trabajo), no sirves porque no era capaz de ofrecer nada a Jesús.
Aquí no estamos sólo hablando de estudiar sino de estudiar bien. Es decir de poner en juego las condiciones para que el trabajo sea materia presentable para Dios. Cuando uno se pone a estudiar tiene que ver si tiene esas condiciones y sino tiene que pensar en adquirirlas. Nos referimos a cuestiones como: ¿qué tal andamos de fortaleza cuando nos ponemos a estudiar?, y ¿de paciencia?, ¿posees un buen grado de constancia? y de orden, ¿cómo andamos?
Ante el inicio del nuevo curso, en las siguientes semanas te ayudaremos a desarrollar estrategias, habilidades y valores que te ayuden a que seas no sólo estudiante sino un buen estudiante y que te puedas sentir orgulloso de tu trabajo y puedas mirar con la cara alta a Jesús: Señor te ofrezco estas horas de estudio que son para ti y para tu Gloria.
El objetivo es que consigas la excelencia en el estudio porque excelencia en latín significa santitas. Y por supuesto, que con esa excelencia, fortaleza, paciencia, constancia… puedas contribuir más profesionalmente en esta tarea que perseguimos y que no es otra ¡que cambiar el mundo!