Las hermanas Clarisas capuchinas de Murcia, preocupadas por el hambre de Dios que existe y el problema de saciarlo de manera equivocada, nos iluminan con este texto sobre el valor del sufrimiento y con la ilusión de llevarnos a la Verdad.
“Dios no ha creado el sufrimiento. Él no ha creado el dolor. Dios todo lo hizo bueno. Esta verdad nos la confirma Él mismo con estas palabras: “Dios todo lo que había hecho era bueno” (Génesis 1, 31).
Dios creo al ser humano para la felicidad, para la vida sin sombra de dolor. Lo hizo a imagen y semejanza para que fuera como Él con Él. Pero nuestro Dios es sumamente respetuoso y quiso que el hombre libremente aceptara esta gracia. Por eso permitió que el demonio lo tentara, para que libremente optara por amar a Dios o por amarse a sí mismo como Dios.
Por desgracia, se prefirió a sí mismo y rechazó a Dios como enemigo de su felicidad eterna. En ese momento empezó a existir el sufrimiento en el corazón del hombre y de la mujer. Frente a esa realidad, Dios, lejos de sentir indignación hacia el hombre, sintió una gran compasión hacia él, y movido por esa compasión, le llamó la atención y lo corrigió. Frente a esta triste realidad, Dios solo tenía dos opciones: quitarle la libertad y convertirlo en un robot (impotente de poder amar) o dejarlo libre y tratar de llamarlo a la conversión.
Dios no creo al hombre para el sufrimiento ni para la muerte. Lo hizo a imagen de su propio ser, más por envidia del demonio, entró la muerte en el mundo y tienen que sufrir los que le pertenecen (Sabiduría 2, 22-24).
Si es verdad que hoy, como hace dos mil años, sufrimos, no es porque Dios lo quiere sino porque el hombre trata de ser Dios sin Dios.
Hay otros males que no son fruto de la libertad mal usada del hombre, tales como los terremotos, las inundaciones, las epidemias, la sequía, los huracanes…… Es verdad que Dios podría crear un mundo mejor, un mundo más perfecto, sin embargo, en su sabiduría y bondad infinita, Dios quiso crear un mundo imperfecto, pero que camina hacia su perfección. Hacia ese cielo nuevo y esa tierra nueva, que llegará al final de los tiempos, cuando Cristo haya arrasado del universo todo mal físico.
Dios tolera todos los males que hay en el mundo porque es posible sacar grandes bienes de esos males. Esta verdad la podemos contemplar en la Encarnación de Dios, que quiso salvarlo sufriendo y muriendo para que el hombre, si él quiere, pueda convertirse dejando que Dios lo haga a su imagen y semejanza.
Desde que Dios quiso encarnarse para salvar al hombre a través del sufrimiento sufrido con paciencia, amor y alegría, ha dignificado el sufrimiento y le ha dado un valor de salvación eterna”.
CONFINADAS POR AMOR