Siempre que me preguntan que es el amor me quedo un rato pensando pero al final siempre me sale lo mismo, que más va a ser el amor que no sea Dios…
Cuando piensas que nada cuadra, que vamos por la vida sin más llega Dios con su amor y se para todo, cuando no puedes más y ya te pesa todo, ahí está la cruz de Jesús mostrándote el amor más puro que existe, el amor que derrama hasta la última gota de sangre.
Que muestra más grande de lo que mínimamente podemos intentar conseguir en esta vida, derramar un poco de nuestra sangre para poder amar con nuestra entrega y que paradójico todo cuando amamos y nos sentimos aún más amados en ese momento, qué bonito es el amor por el amor,
qué bonito es el amor por el AMOR de Dios.
Y es ese amor el que te despierta cada mañana con el beso en la frente de tu madre, con el desayuno preparado en la mesa de la cocina, con el buenos días del abuelo de la esquina, el amor del amigo que te pregunta qué tal estás cundo llevas un día del que mejor ni hablar…
Porque el amor de Dios son esos detalles que a veces cuesta valorar pero también aquellos en los que es imposible no ver a Dios reflejado hasta lo más profundo, son todas esas lucecitas que Dios nos va poniendo en el camino para no caer.
Y también son todos esos palos duros que no entendemos, esas caídas en lo más hondo, esos golpes de realidad que muchas veces nos damos y esos cambios de planes que tanto duelen.
Porque no hay nada más bonito que saber amar su voluntad incluso en lo que más duele teniendo por seguro que su amor es tan grande que nunca nos va a dejar caer lo más mínimo.
Qué bonito es dejarse amar por Dios.
Ana Montero Gómez