Hoy me llegaba la noticia, era esperada, porque desde hace un cierto tiempo sufría una larga enfermedad: Chimo Llobel, como le llamaban los amigos, acaba de marcharse a la casa del Padre.
A D. Joaquín le conocí en el 2005 en las clases de derecho procesal canónico que impartía en la PUSC. Unas clases novedosas por el tema, Instrucción Dignitas Conubii, y por la pasión con las que las daba. Aprendí de este gran profesor y estupendo sacerdote que detrás de cada fiel la Iglesia tiene que ver una persona que respetar.
Al final de curso tuve que examinarme oralmente, de la asignatura, con él. Un diálogo fluido, enriquecedor y donde la calificación fue muy satisfactoria. En ese momento me acordé de una idea que me dijo mi padre: detrás de un buen resultado académico se esconde un magnífico profesor.
D. Joaquín se ha ido un día soñado por él: santo cura de Ars, patrono de los sacerdotes y es que Chimo Llobel amaba su sacerdocio y, sin miedo, a la Iglesia.