Hay que (mejor, tenemos que) mejorar el ambiente laboral.
Un rostro parecido a éste lo has podido ver en el trabajo. Espero que no sea el tuyo. ¿Quizás un jefe, un compañero? Hay que evitarlo: por activa y por pasiva.
Una parte muy importante de nuestra vida la «gastamos» trabajando. Sería genial que además de ser «productivos», nos afanásemos en hacer agradable la vida a nuestros compañeros, subordinados, «mandos»… Y ellos a nosotros.
Ya que hay que empezar por alguien, planteémoslo en primera persona del singular:
¿Logro algún brillo en los ojos de las personas con quienes trabajo?
¿Es un brillo que demuestra que vivimos con alegría e ilusión, con compañerismo y compromiso, en un ámbito tan importante como el laboral?
¿Somos conscientes de la fortuna de poder trabajar -seguro que tenemos algún amigo en paro- con todo lo que ello supone, no ya solo desde un punto de vista material, sino de autoestima, de crecimiento personal y socialización?
¿Me doy cuenta de que algo positivo, unas breves y amables palabras que dirija a un compañero en la empresa, a un cliente, a un colaborador… le pueden cambiar el día?
¡No exageres!, pensará alguno.
Y yo me acuerdo de tanta gente con hambre de afecto, de motivación; de crecer; de un sencillo gesto de reconocimiento. O, simplemente, de gratitud.
Y me vienen a la cabeza Arquímedes, su palanca y lo de “dadme un punto de apoyo y moveré el mundo”.
¡Cuántas veces se puede hacer y no solo es gratis… ¡es una buena inversión!
¿Nos ponemos como objetivo -caiga quien caiga- hacer la vida más agradable a nuestro entorno?
Recuerda lo de «quiéreme cuando menos lo merezca, porque es cuando más lo necesito». Y no olvides -y cito de nuevo a Robin Williams- que «cada persona que conoces está peleando en una batalla de la que no sabes nada. Sé amable. Siempre».
Y, siempre que lo creas necesario, pide u ofrece ayuda. No toleres el acoso de ningún tipo.
Harás bien.
José Iribas S. Boado