En su “Discurso sobre las ciencias y las artes”, Rousseau afirmaba en forma interrogativa: ¿no están grabados tus principios en todos los corazones, y no basta para aprender tus leyes entrar en ti mismo y escuchar la voz de la conciencia en el silencio de las pasiones? Y, sin embargo, hay asuntos en los que el ruido interior y exterior es de tal calibre que a la conciencia se le hace muy difícil hablar en el silencio de las pasiones. En la civilización actual, uno de ellos es el aborto, y estos días resulta casi inevitable traer este tema a colación.
Pienso que, si queremos avanzar y acercar posturas en este tema, antes de enzarzarnos en debates y lanzarnos a manifestaciones, hemos de crear las condiciones para que la conciencia de cada uno pueda reflexionar en ese silencio que reclamaba Rousseau. Algunas que me parecen ineludibles son las siguientes:
- Presumir la buena voluntad de todo el mundo: ni los que defienden el aborto tienen como fin último matar bebés ni los que nos oponemos a él tenemos como objetivo meter a las madres en la cárcel.
- No utilizar el lenguaje como arma arrojadiza: yo soy provida, tú, promuerte; yo soy progresista, tú, retrógrado; yo defiendo al niño, tú lo matas; yo defiendo a la mujer, tú la oprimes, etc.
- No utilizar lugares comunes, argumentos demagógicos ni comparaciones odiosas. Un ejemplo de argumento demagógico: si el aborto es un derecho, ¿por qué te opones? Nadie te obliga a abortar. Todo derecho tiene dos polos: el poder y el deber. Si el aborto se articula como un derecho, el poder lo ejerce la madre y el deber lo soporta el hijo, es decir, es obligado a ser abortado; luego el derecho a abortar de la madre genera el deber de hacerlo (sufrirlo, en este caso) en el hijo. Ejemplo de comparaciones odiosas: el aborto eugenésico es una práctica nazi. Han muerto más personas por aborto que en el holocausto. Ninguno de estos recursos argumentativos, por más fondo de verdad que puedan tener, contribuye a un debate sereno.
- No negar las evidencias ni los hechos de la experiencia ni tomar la excepción como regla. Algunas evidencias y hechos: el embrión no es una parte del cuerpo de su madre, sino una vida humana nueva y diferente, y está llamado a nacer si no se elimina antes; los abortos clandestinos generan mucha muerte y sufrimiento; existen casos limite muy graves y otros muy superfluos y banales; hay muchas mujeres que no abortarían si tuvieran una alternativa real.
- No agitar las pasiones. Intentar, por ejemplo, evitar la influencia de aquel caso cercano que conocemos. No se trata de saber lo que cada uno haríamos en una situación extrema, sino de valorar los bienes en juego en cada caso. Todo el mundo comprende que un padre que ve violar a su hija de 13 años quiera borrar toda huella posible de esa dramática agresión (incluso al violador, si estuviera en su mano), pero lo que debemos pensar es si queremos que esa reacción se convierta en una regla de conducta.
A partir de estas premisas podemos plantearnos ciertas preguntas e intentar encontrar las mejores respuestas:
¿Es el aborto un mal o un bien moral? Si es un mal moral, como un cierto consenso parece indicar, ¿convendrá intentar evitarlo?
¿Vale la pena educar a nuestros hijos para que intenten ver siempre la verdad, la bondad y la belleza que hay en una nueva vida?
¿Le conviene al aborto la calificación de derecho? ¿Lo es realmente? ¿Puede existir un “derecho” a suprimir el origen de todo otro derecho: el nacimiento de un tercero?
¿Tiene el ordenamiento jurídico recursos suficientes (atenuantes, eximentes…) para evitar que vaya a la cárcel una madre que ha abortado presionada por las circunstancias, sin por ello dejar de señalar el aborto como un ilícito?
¿Es posible reducir el número de muertes por abortos inseguros sin transformar un mal moral en un bien jurídico?
En fin, lo dejo aquí, no es posible agotar este asunto, solo quería abrir una línea de pensamiento. Creo que no hemos de renunciar al noble desafío de encontrar un espacio para el razonamiento y la reflexión sosegados, capaces de huir de la demagogia y del ciego apasionamiento. La pasión ciertamente es buena, muy buena diría yo, siempre que no usurpe el papel de la razón.
Y si todo lo anterior lo aderezamos con el consejo de San Juan de la Cruz (donde no hay amor, pon amor y sacarás amor), seguro que el debate será mucho más amable y constructivo.
Feliz fin de semana.
Javier Vidal-Quadras Trías de Bes