Hay periodos en que la vida se acelera. Los acontecimientos se suceden sin dejar respiro y una fuerza ajena a ti mismo parece arrastrarte. En los dos últimos años nos hemos visto sorprendidos por una pandemia inusitada seguida de una crisis económica y de una guerra incomprensible que, además de causar un inmenso dolor, ha agravado la situación global. Durante este tiempo, en nuestra familia se han casado tres hijos, hemos tenido un nieto, las finanzas se han estrechado, hemos tenido que innovar en nuestros trabajos y nuestra dedicación al voluntariado de las familias ha exigido una especial dedicación.
Si a lo anterior se le añade el día a día de una familia numerosa, se comprende que han sido muchas novedades en poco tiempo. Loles y yo necesitábamos un parón, así que nos hemos ido de ‘retiro matrimonial’.
Como su nombre indica, un retiro implica un apartamiento de lo ordinario, y nos hemos ido los dos el fin de semana a revisar nuestra vida, nuestro matrimonio y nuestra familia.
Como el fin de semana pasado asistimos al Workshop sobre acompañamiento familiar de la UIC (¡espectacular!), este miércoles di una sesión sobre acompañamiento a un nutrido grupo de personas y el fin de semana del 4/5 de junio tendrá lugar el Congreso Digital LoveTalks de la IFFD (inscripciones aquí para disfrutar de seis meses de acceso a las conferencias, que queda ya poco tiempo), tenía material suficiente para diseñar nuestro retiro.
Por si a alguien le inspira y necesita recargar las pilas matrimoniales (os aseguro que las nuestras han quedado bien llenas), el esquema que hemos seguido ha sido el siguiente. Ha tenido seis módulos:
Hemos revisado, en primer lugar, nuestro estilo de familia y nuestro hogar: ¿qué modelo de familia tenemos en cuanto a reparto de roles y tareas?, ¿estamos cómodos en él?, ¿qué mejoras introduciríamos? En este módulo también hemos reflexionado sobre las actividades matrimoniales y familiares (deporte, ocio, cultura, familia extensa…), el hogar como tarea común (distribución de tareas y ayuda externa) y, por supuesto, la integración familia-trabajo, analizando a fondo la situación de Loles y la mía. La economía familiar, en estos tiempos de crisis, fue también un capítulo nuclear, en el que revisamos ingresos y gastos y elaboramos un presupuesto. Por último, como intentamos que Dios esté presente en nuestra familia, también hemos echado un vistazo a las costumbres y tradiciones de piedad familiares.
Después, nos hemos ocupado de nosotros mismos. Para resituarnos, hemos comenzado haciendo de nuevo el test de los 5 lenguajes del amor, de Gary Chapman (aquí), para recordar nuestros distintos estilos de amar, y después hemos revisado con espíritu crítico las rutinas, hábitos y manías de cada uno, para volverlas a ajustar, cambiarlas o anularlas y rejuvenecer así nuestro amor. La sugerencia aquí ha sido ‘me gustaría que tú…’. Y hemos terminado echando un vistazo al tiempo personal (deporte, amigos, aficiones…).
En tercer lugar, hemos abordado nuestro estilo de relación, con los siguientes apartados: cómo nos escuchamos uno a otro; qué grado de confianza nos tenemos; cuáles son nuestras expectativas emocionales en las distintas circunstancias (¿esperamos cariño, ternura, comprensión, ayuda?, ¿de qué manera queremos que nos las presten?); qué reglas, explícitas o tácitas, rigen nuestra relación (¿qué nivel de información esperamos del otro?, ¿qué nos molesta y qué no en sus relaciones con otras personas?, ¿qué umbral de gasto familiar podemos decidir solos?).
Durante la comida del sábado, con la inestimable ayuda de una copa de vino (in vino veritas!), hablamos de nuestra vida sexual, gustos, calidad, frecuencia, expectativas… De la sesión práctica mejor no explico nada.
Antes de pasar a hablar de nuestros hijos, intentamos recordar nuestras heridas¸ aunque algunas estuvieran ya bien cicatrizadas, y nos pedimos mutuamente perdón por tantas cosas y tantos errores que cometemos a diario, intentando concretar aquellos que son más dominantes en uno y otro.
El capítulo nuestros hijos, se tomó un buen tiempo, no en vano tenemos siete, aunque muchos de ellos han emprendido ya el vuelo propio y nuestra intervención como padres ha cobrado un cariz bien distinto. Aun así, nos hemos puesto objetivos en nuestra relación con cada uno de ellos.
Para terminar, como no podía ser de otra manera, hemos compartido nuestra alegría por tantos años de vida compartida, por tantas cosas buenas, y nos hemos dado las gracias, un agradecimiento sincero y sentido que aspira a prolongarse de por vida.
¡Ah, me olvidaba!, como estamos en el mes de mayo, hemos aprovechado también para hacer una romería.
Conclusión: un fin de semana inolvidable con una mujer excepcional que, después de 37 años de casados y cinco de novios, no deja de sorprenderme cada día. Y mañana, los dos de vuelta a lo ordinario… con la fuerza de lo extraordinario, ¿o no lo es este empeñarse en amar cada día como si fuera el primero?
Feliz semana.