La suya es una vocación que ha tardado en florecer, pero que estaba plantada en ella desde niña. De hecho, confiesa que la intuía y la sentía desde niña. “Recuerdo simplemente acostarme en la cama rezando, teniendo la sensación de que se suponía que debía ser monja. En ese momento realmente me asustó”.
La Hermana Cecilia Teresa, cuyo nombre anterior era Emma, ingresó en el Carmelo tras haber acabado sus estudios en la universidad.
Religión e Libertad, que ha recogido su testimonio, explica que al principio intentó ignorar la llamada a la vida religiosa y hacer como si no existiera. “Ojalá hubiera entendido desde el principio que el plan de Dios es siempre un plan de amor. Pase lo que pase, si estás tratando de hacer su voluntad de manera genuina y honesta, Él se asegurará de que termines donde se supone que debes terminar”, comenta la joven carmelita.
Las carmelitas dedican su día a la oración y al trabajo en el monasterio. Viven en clausura, detrás de una reja: “Está configurado como está para fomentar la oración, una vida de oración y una vida de comunión con Dios. Ese es el objetivo”, agregó la hermana Cecilia.
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