El mal, entre otras razones, es el fruto de la superficialidad, de la ausencia de reflexión ante los problemas y ante las acciones que vemos y actuamos.
El malvado es un ser superficial que además puede actuar por envidia, por debilidad, por el odio o la codicia. El malvado es un ser vulgar que no utiliza su pensamiento para discernir entre el bien y el mal. Es un individuo sin nivel, con poco nivel.
Sin embargo, el mal está al alcance de todos y la forma de que no se produzca es la reflexión previa a la actuación. Valerse de los slogans, de la consigna, de la norma establecida y con estos elementos y un poco de comodidad o de pereza pensamos poco o no pensamos y actuamos como el interruptor de la luz: lo tocas y se enciende la lámpara, pero no hubo pensamiento en el interruptor. En la actual invasión y guerra de Ucrania por parte de Rusia -marzo de 2022- seguramente que hay un responsable que actúa con conciencia de lo que hace, pero a su vez, hay muchos oficiales del ejército ruso que actúan irreflexivamente, sin pensar objetivamente en el enorme mal que hacen a una población, en muchos casos indefensas. Piénsese en los niños y en los ancianitos. Gran cantidad de años de trabajo y al llegar la jubilación y la ancianidad se encuentran con la huida o la muy posible muerte. Todo esto es un claro ejercicio de muchas personas que no piensan, no reflexionan sobre la consecuencia de sus actos, sencillamente porque son superficiales, mediocres, personas sin convicciones.
Pensar, dialogar con la conciencia es como se es persona. Parafraseando a Vittorio Mathieu no podemos ser personas de irresponsabilidad ilimitada.
Los padres tienen la obligación de hacer pensar a sus hijos, cada vez que estos cometen un acto que perjudica a otros y a sí mismo. Es necesaria la práctica de la reflexión frecuente. Es el método para formar una conciencia segura.
Julio Gallego Codes
Publicado en Buscando la Excelencia