Todos tenemos un amigo que encuentra las mejores ofertas en comercios, te etiqueta en promociones y es un verdadero experto en el regateo. Un día eres joven y al otro comparas los precios del supermercado. Eso es precisamente lo que pretendo con estos escritos: dar a conocer las mejores promociones, por el bien de todos y el mío propio. Aunque pueda sonar irreverente y pretencioso empezar de esta manera, hoy vengo a hablaros de una de las mejores promociones que existen, en la que la inversión en marketing tiene un coste económico ínfimo en relación con los beneficios que, a corto, medio y largo plazo podemos obtener.
Dios es Padre y la Iglesia es Madre. Con esta relación, nadie puede salir perdiendo. Dios nos ha creado para que le amemos, le alabemos, le reverenciemos y seamos felices con Él en el cielo. Y esto no puede entrar en contradicción con su condición paternal. No puede establecer unos baremos u objetivos si no pone los medios necesarios a nuestro alcance para asumir la meta propuesta. Nos da su ayuda, incluso cuando ni siquiera se la pedimos. Y la Iglesia, aunque gobernada por hombres, siendo una institución divina, sigue los mismos pasos.
En la Santa Misa cantamos “si Dios cuida de mí, ¿qué me puede faltar? Ni un solo instante, no, me deja de mirar”. Y así es. Dios cuida de nosotros y “hasta los cabellos de vuestra cabeza están todos contados”.
Dios es infinitamente justo y misericordioso, y es precisamente de su Misericordia de lo que hablaremos a lo largo de diferentes artículos, con la idea de compendiar y esquematizar el Diario de Santa María Faustina Kowalska. Ni qué decir tiene que, aunque desearía sumar puntos difundiendo la devoción a la Divina Misericordia, quien verdaderamente busque profundizar en ella, encontrará en el libro la fuente original con las palabras y pensamientos de la santa.
Nacida en 1905 en Glogowiec, Polonia, Faustina Kowalska es la primera santa del nuevo milenio. En el seno de una familia humilde y profundamente religiosa, con solo siete años, siente en su corazón una fuerte llamada de Dios. Ella mismo reconoce que trató de acallarla y distraer la atención hasta que, durante la celebración de una fiesta, ve a Cristo sufriendo que le dice “¿Hasta cuándo me harás sufrir? ¿Hasta cuándo me engañarás?”.
Toma entonces la determinación de abandonar el hogar y consagrar su vida a Dios, confiando plenamente en Él, tomando un tren con destino a Varsovia, sin más equipaje que la convicción de la entrega al servicio divino.
Fue llamando a la puerta de diferentes conventos sin éxito, hasta que, llegando a la Congregación de las Hermanas de Nuestra Señora de la Misericordia, la superiora le dijo que fuera a preguntarle al dueño de la casa si la aceptaba en la comunidad.
“Muy feliz fui a la capilla y pregunté a Jesús: Dueño de esta casa, ¿me recibes? Una de las hermanas de esta casa me ha dicho que te lo pregunte. Enseguida oí esta voz: Te recibo, estás en mi Corazón”.
“Cuando regresé de la capilla, la Madre Superiora, primero me preguntó: Pues bien, ¿te ha recibido el Señor? Contesté que sí. Si el Señor te ha recibido, yo también te recibo”.
Y es aquí donde empieza su vida religiosa, aunque debe vivir un tiempo en casa de una piadosa señora. Es el principio de una historia de amor, anclada en el sufrimiento, la sencillez de corazón y la confianza en Dios.
Es el momento de acompañarla para descubrir con ella que “sólo el amor tiene importancia; es él que eleva nuestras más pequeñas acciones hasta la infinidad”.
Francisco Javier Domínguez