Los doce años del pontificado del Papa Francisco, el 266 obispo de Roma, nos deja un legado de fraternidad. Su final ha sido de película, trabajando hasta el último momento. Se le presentaba un reto casi inalcanzable: superar a dos papas santos, con la altura del magisterio de san Juan Pablo II y de Benedicto XVI.
El jesuita argentino Jorge Bergoglio ha dejado su impronta personal en la Iglesia católica. Su personalidad cercana, sencilla, calurosa, espontánea, le ha reportado afectos y alguna crítica. Como párroco de iglesia ha transmitido la fe con símbolos y cierto desparpajo bonaerense. ¿Cuántos han leído sus cuatro encíclicas?: “Lumen fidei”, “Laudato Si”, “Fratelli tutti” y “Dilexi nos”. Pero sí recordarán algunas expresiones como “Olor a oveja”, “Hagan lío”, “Los santos de la puerta de al lado”, “Hospital de campaña”, “Iglesia en salida”, “Primerear”, “Cultura del descarte”, “Globalización de la indiferencia”, “Tercera Guerra Mundial a trozos” o “Vergogna” (vergüenza), que pronunció en Lampedusa, ante la muerte de inmigrantes.
La fraternidad, la misericordia, la alegría y la paz han sido ideas claves de su pontificado, siguiendo a san Francisco de Asís, en una sociedad polarizada e individualista. El carácter personal que ha imprimido a su pontificado con gestos como residir fuera del Palacio Vaticano, guardar las zapatillas rojas, utilizar coches sencillos, comer con los desfavorecidos, visitar a presos, llamar por teléfono a personas…, no han pasado desapercibidos.
Como ha escrito el periodista John Allen, su pontificado ha sido como “una montaña rusa”, y en algunos casos ha producido desconcierto entre los católicos. El Papa ha sido fiel en su pontificado a la doctrina de la fe y la moral de la Iglesia de Jesucristo, en continuidad con san Pedro. Ningún Papa puede traicionar el depósito de la fe.
Si a Joseph Ratzinger se le considera un Doctor de la Iglesia, y decía ser un humilde servidor de la viña del Señor, nos previene de una posible “papalotría”. La declaración “Fiducia supplicans” de Francisco, que bendice las parejas de homosexuales, ha recibido escasa aprobación entre los obispos. ¿Quién soy yo para juzgar?, dixit, aunque criticó el “mariconeo” de los seminarios.
En la exhortación apostólica “Amoris Laetitia” se sembró la confusión de si los divorciados vueltos a casar pueden recibir la Comunión. Sin embargo, me pareció una genialidad que casara en un vuelo de avión en Chile, a Paula y Carlos, dos miembros de la tripulación, para hacer visible la importancia de este sacramento.
En asuntos políticos y económicos se ha decantado en cuestiones opinables contra el libre mercado, a favor de la inmigración masiva o la amenaza del cambio climático. Se enfrentó a su compatriota el presidente Milei o a las políticas económicas de los Estados Unidos.
También ha sido un claro defensor del derecho a la vida del concebido y no nacido, desde su nacimiento a la muerte natural, condenando el aborto, la eutanasia o la pena de muerte. Ha impulsado la sinodalidad de una Iglesia activa, dando protagonismo a los laicos y alertando del clericalismo, potenciando el papel de la mujer. Firme detractor del pecado de abusos sexuales a menores dentro de la Iglesia, aunque en algún caso se ha vulnerado la presunción de inocencia.
Ha conseguido que la izquierda política española se convierta en más papista que el Papa, asumiendo, al menos, algunos aspectos de la doctrina social de la Iglesia. La elección de un nuevo representante de Cristo en la tierra tiene gran importancia, no solo para 1.400 millones de bautizados, sino para todo el mundo. La unidad de la fe católica, tiene que adaptarse a la diversidad de las personas de los cinco continentes.
Los 133 cardenales con derecho a voto han comenzado a conocerse en las Congregaciones Generales, antes del encierro (“extra omnes”) en la Capilla Sixtina, hasta que la “fumata blanca” revele la elección del candidato con dos tercios de los votos.
La película “Cónclave” (2024), novela homónima de Robert Harris, refleja las luchas de poder entre cardenales, contrarias al fin sobrenatural de la Iglesia. El obispo Argüello vaticina continuidad con este pontificado, porque Francisco ha nombrado a cuatro de cada cinco cardenales. Que sea el Espíritu Santo quien elija a un Papa santo. Apostaría por el siguiente once: Erdö, Müller, Sarah, Malcolm, Burke, Parolin, Zuppi, Pizzaballa, Turkson, Dolan y Tagle. El sabioteño Cobo, por ahora, en el banquillo.