Dolorosa

Semana Santa

Javier Pereda Pereda

La advocación a la Virgen de los Dolores, antiguamente celebrada el viernes de Dolores, también es conocida como la Amargura, Angustias, Piedad o Dolorosa. En nuestro país, 250.000 mujeres llevan este nombre, ocupa el séptimo lugar entre los más populares.

En Andalucía tiene su mayor arraigo, especialmente en la provincia de Jaén, con un 22%. Algunas celebran su onomástica una o dos veces al año: el tradicional viernes de Dolores o el 15 de septiembre, fecha en la que fue trasladada esta celebración por la orden de los servitas. Ese día, durante la Cuaresma, recorren las calles de Sevilla y Málaga las procesiones de la Virgen de los Dolores.

La Madre de Jesús de Nazaret, después de su Hijo, es la figura más importante del misterio de la Pasión del Señor, como se refleja en el arte y las imágenes procesionales. De ahí el título de corredentora.

Son emblemáticas la Esperanza Macarena de Sevilla, la Virgen de las Angustias de Juan de Juni en Valladolid, Nuestra Señora de las Angustias en Granada, Nuestra Señora de los Dolores en Jaén —la Dolorosa más antigua y más venerada, una talla del siglo XVI, perteneciente a la Hermandad del Santo Sepulcro—; y una obra cumbre del Renacimiento: la “Pietá” de Miguel Ángel.

Los Evangelios recogen los pasajes que dan origen a los “Siete dolores de María”: la profecía del anciano Simeón, quien recitó la oración del “Nunc dimittis” al conocer al Niño Jesús, llevado al Templo por José y María, y le dijo: Mira, éste ha sido puesto para ruina y resurrección de muchos en Israel, y para signo de contradicción, y a tu misma alma la traspasará una espada, para que se descubra el pensamiento de muchos corazones; los sufrimientos de la Sagrada Familia en la huida a Egipto, para salvar al Niño Dios; la preocupación por la pérdida del Niño Jesús hallado en el Templo; la amargura en el encuentro de María con Jesús cargando con la cruz en el Vía Crucis; el “stábat mater iuxta crucem Iesus”; el abrazo amoroso en el descendimiento de Jesús de la cruz; y, finalmente, la sepultura del cuerpo de Jesús.

La Virgen María conocía y meditaba las Escrituras y comprendía el sentido de la Encarnación del Hijo de Dios en sus entrañas purísimas; a diferencia de los apóstoles, entendió la hondura del misterio de la Pasión y muerte de Jesús.

Le siguió muy de cerca en el recorrido de 1.321 pasos desde la Puerta Judiciaria hasta el Calvario. Juan, el discípulo amado, narra en su Evangelio que estaban junto a la cruz de Jesús su Madre, y la hermana de su Madre, María, mujer de Cleofás, y María Magdalena. Estas santas mujeres mostraron durante las tres horas que estuvo clavado Jesús en la cruz, una fortaleza, valentía y amor que no manifestaron los apóstoles, quienes huyeron por miedo.

Así se representa en la magnífica obra “La Pasión del Señor” (2004) de Mel Gibson, donde figuran seis personajes: Jesús (Jim Caviezel) descendido de la cruz con ayuda de escaleras, su Madre (Maia Morgenstern), Juan (Hristo Jivkov), María Magdalena (Mónica Bellucci), Nicodemo (Aleksander Mincer) o José de Arimatea (Giacinto Ferro) y el centurión Longinos. Antes, Jesús en la cruz, entre los dos ladrones Dimas y Gestas, pronunció el llamado sermón de las siete palabras: cuatro expresiones dirigidas a su Padre Dios y tres a los hombres.

El testigo presencial directo de estos hechos recoge el testamento que entregó Jesús, viendo a su madre y al discípulo a quien amaba (Juan), que estaba allí, le dijo a su madre: Mujer, aquí tienes a tu hijo. Después le dice al discípulo: Aquí tienes a tu madre. Y desde aquel momento la Virgen María es nuestra madre.

Al mirar Jesús a su Madre, repartió con ella todos los bienes que estaba conquistando con su muerte redentora: la destrucción del pecado, la gracia, la vida eterna. Este fue el mejor regalo que nos hizo en la cruz, hacernos hermanos suyos, hijos de su Padre Dios, e hijos tuyos, Madre. Eva, mató a sus hijos antes de darlos a la luz, al desear el fruto de muerte que colgaba del árbol de la cruz. La Virgen María miró con dolor el Fruto colgado del árbol de la cruz, y por eso fue Madre de todos los hombres redimidos.